lunes, 18 de octubre de 2010

Volver

Hace días que no entraba. No era a causa de que estuviera en la cárcel como había anunciado a bombo y platillo mi archienemigo, el supervillano Matías Prats. Ciertos asuntos de notarías, abogados, peritos y hospitales psiquiátricos me retenían en contra (o a favor, ahora no lo recuerdo)de mi voluntad.

Después de un período de descanso (vigilado) me hallo en perfectas condiciones de seguir perpetrando (digo escribiendo) comentarios y entradas. He vuelto para menoscabo de vuestras psiques! Y ahora las pastillas ya no son rosas! son azules! y con sabor a anís!

sábado, 9 de octubre de 2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

viernes, 17 de septiembre de 2010

Just like hell-aven

Te la voy a meter toda hasta que me grites que me quieres, hasta que los tímpanos me duelan de oírte pedirme "por favor haz que me duela todo así", hasta que me supliques que me corra de nuevo entre tus muslos.

Te la voy a meter toda (que no es poco) hasta que no puedas articular palabra, hasta que sea tuyo porque tú eres mía, un apéndice más de mi sexo.

Estar dentro de tí es lo más parecido a ser yo mismo, estar dentro de tí es saber que existo.

¿Y qué nos quedará después de esto? ¿Dónde podremos ir si nos separamos el uno del otro? ¿No seremos dos emigrantes de un mismo lecho? ¿Qué otra cama nos hará sentirnos en casa como lo estamos cuando mis uñas rasgan tus nalgas, cuando tu boca me muerde la polla?

No, definitivamente no podría ya vivir sin ti, sin arrancarte la ropa, sin poner la mesa, sin programar el lavavajillas, sin subirte a la encimera de la cocina y embestirte con fuerza, sin ir al cine contigo, sin meterte la mano por debajo del vestido en el cine, sin ir a buscarte al trabajo, sin pedirte perdón por lo de antes, sin querer que me quieras, sin desesperarme cuando no me llamas. Sin la saliva de tu boca, sin tus labios a horcajadas en los míos. No puedo vivir sin tí, definitivamente, no puedo dejar de esperar a que me digas que quieres que nos veamos de nuevo y yo te dé...

La cosa más dulce.

La cosa más dura.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Pónte ese conjunto que tanto me gusta.


Mañana empiezo en mi antiguo trabajo, de nuevo. No quería volver a él pero las circunstancias mandan. Después de un mes de despido (sin paro) volveré a la rutina y a las horas al teléfono, volveré a llegar de noche y salir de noche, me reencontraré con la nespresso y el café largo de mi jefe, a su sonrisa de hiena, a las visitas de su mujer con cualquier excusa para verme, a sus vestidos de marca, a sus gafas de marca, a su botox a granel, a su alma de chiuahua.

Y pensaré en ti y en la locura de tu cuerpo y en que tengo ganas a todas horas de atormentarte las noches con la furia del mío. Y debajo de la mesa, entre las hojas de Excel y el correo en la pantalla, se me pondrá dura pensando en cómo te la meterías en la boca y en cómo me correría en ella.

No va a ser fácil volver mañana al trabajo antiguo. No va a ser fácil en absoluto. Necesito verte hoy y ahogarme entre tus tetas, necesito morderte, comerte, separarte las piernas, sujetarte por el pelo; necesito que me necesites para apagar ese incendio que se ha declarado en tu cuerpo, necesito sentir que me arrancas la ropa.

Necesito que me cojas el teléfono, que me llames, que me escribas, que te desabroches la blusa mientras subes en el ascensor, que no dejes decirte ni hola, necesito que me la mires con miedo y con deseo, con ansia, con ganas de tenerla ya dentro, mojada y sedienta, totalmente loca. Necesito mirarte a los ojos y saber que hoy, entre tú y yo, no habrá ningún tabú, que lo haremos todo, lo probaremos todo, hasta quedar exaustos, hasta que no nos queden fuerzas para seguir follando.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Con (o sin) amor

Te lo juro, voy a recorrerte entera, vas a tener pesadillas con mi cuerpo y vas a estar deseando irte a dormir para tenerlas una y otra vez, una y otra vez. Vas a dejar el teléfono apagado, las luces encendidas, y yo voy a cantarte "Sweet dreams" de Marilyn Manson para que te duermas, y tú vas morder la almohada y vas pensar que no, que no es posible que el vello de tu piel se erice de esa forma hasta el cuero cabelludo mientras te susurro al oído que no me importa que te duela un poco, que ya pronto se te pasará porque en nada estarás ahogándote con ella dentro, nunca he entendido ese afán por meterte en la boca algo que ambos sabemos que no te cabe. Pero me gusta, me gusta que la quieras toda.

Y me levantaré a beber agua y cuando vuelva de la cocina con un vaso para ti te econtraré hecha un ovillo, sujetándote las piernas con los brazos para detener el terremoto que las hace temblar. Y me mirarás con los ojos como dos incendios y me preguntarás "¿pero qué me has hecho?" sin articular palabra. Y yo me acercaré y te acariciaré el pelo y tú dirás "de que se me pase, otra vez". Y yo pensaré que, probablemente, no se te pasará en dos días. Estadísticamente hablando el amor es que lo hagamos dos veces más esta noche pero entenderé que intentes dormir o saber qué es lo que le está pasando a tu cuerpo.

Y me levantaré e iré al sofá y miraré por la ventana, o leeré esa novela de Murakami que tengo a medias, y tú vendrás envuelta en una sábana y te tumbarás y estaremos así un rato, hasta que nos venza el deseo y te folle despacito y en silencio, como si te administrara un calmante, algo que te alivie el temblor de tus entrañas, y te besaré y te sujetaré la cabeza mientras te miro directamente a los ojos ¿te he dicho alguna vez que te estaría follando a todas horas sólo para que me aguantes la mirada y así poder mirarte a los ojos todo el tiempo que quiera? Tu piel es el segundo premio, el primero es atravesarte el alma a cada embestida mientras buceo en el agua cristalina de tus ojos.

Y te llevaré en brazos hasta la cama y te aferrarás a mí como un molusco a una roca y yo tardaré en dormirme porque seguiré teniendo la duda de si esto nuestro es sólo sexo, de si ves en mí al hombre que soy, el hombre inseguro que reinvento cuando te doy la vuelta y te la meto desde atrás con fingida y ruda violencia. Me preguntaré si algún día entenderás que sólo soy un niño perdido que te necesita precisamente a ti a su lado, que ahora que te he encontrado tengo la fuerza necesaria, que precisamente contigo me atrevo a ser quien soy, y pasear de la mano y sentirme a salvo y querer estar contigo a todas horas.

Me pregunto si podré contarte alguna vez que te estoy empezando a querer, que estoy empezando a pensar que me gustaría que pasáramos más tiempo juntos, que te vengas a vivir a mi casa, la tranquilidad de tus braguitas al abrir los cajones de la cómoda, que joder, que no te vayas a tu casa mañana, que no, que no es sólo sexo esto nuestro, que no es sólo que me gusta cómo me acaricias el pelo, es mucho más, es todo lo demás.

Y no sé si tú piensas lo mismo, y no me atrevo a preguntarte. Y sé que mañana has quedado para ir al cine con tus amigas, que no sé si saben ni siquiera si existo o es sólo que te sienta bien ese nuevo corte de pelo.

domingo, 29 de agosto de 2010

Reparaciones a domicilio


Esta noche han llamado a la puerta. La vecina del segundo segunda ha acudido a mí en calidad de presidenta de la comunidad de vecinos para pedirme ayuda. La señora Boni considera que por mi edad y buen estado físico y mental soy el candidato idóneo para resolver cierta contingencia del edificio: Se le está inundando el piso a la vecina del primero tercera y no sabe qué hacer.

Acudo raudo y veloz pero no encuentro el cinturón que me sujeta los pantalones. Creo que debido a los cinco incidentes por noche (amén de los acontecidos a la hora de la siesta) que Nenita y yo habíamos ocasionado a cuanto colchón encontrábamos, he perdido algo de peso (algo que si bien nunca viene mal en este caso y, en ausencia del cinturón, me obliga a sujetármelos con una mano mientras gesticulo o cojo el móvil con la otra).

La solución ha sido digna del ingeniero que hubiera sido si mi padre no hubiera querido que fuese filósofo. He llegado y le he preguntado a la inquilina del primero tercera: ¿Ha cerrado la llave de paso? y ella se me ha quedado mirando como si yo fuese un marciano que quiere manterner relaciones sexuales con un burro (entre incredulidad, ignorancia y asco)(y un poco de curiosidad...).

Al ver que no reccionaba a mi pregunta me he metido en su habitación y sacando la mano por la ventana he cerrado la llave de paso. Ella me ha seguido sin rechistar pero revisando mis operaciones con una excesiva cercanía. He de decir que abrir ventanas y cerrar llaves de paso con una mano mientras te sujetas los pantalones con la otra es una tarea que no requiere demasiada destreza.

A todo eso, las vecinas han empezado a salir de sus casas para preguntar qué pasaba. Cuando he salido de la habitación de la chica del primero tercera, en el salón estaban todas. ¿Pero qué pasa con los hombres? ¿Dónde están cuando se les necesita? Viendo el partido, por supuesto.

La chica del primero tercera me ha insistido en darme su número de teléfono por si otra vez le pasa algo, que la señora Boni puede ser la presidenta pero no está capacitada para resolver esta clase de urgencias. Yo le he dicho que no dude que intentaré solucionarle cualquier urgencia que tenga.

_ Mi número es 600234... y mi nombre es Micaela.
_ ¿Micaela? ¿De dónde eres?
_ Holanda.
_ Ya decía yo que tu acento me sonaba (hija de la gran...)
_ ¿Puedes repetirme el número? _ le dije mientras sujetaba la blackberry con las dos manos.

No conté con que soltaba los pantalones, lo de la blackberry es instintivo, lo juro. El caso es que se me cayeron los pantalones delante de todo el vecindario. Todas se me quedaron mirando ahí abajo (ahora sé lo que siente una mujer cuando lleva un escote generoso) con los ojos desorbitados, sin ningún disimulo, será porque en verano no suelo llevar calzoncillos. Me los subí sin prisas.

Total, que tengo ocho teléfonos para solucionar urgencias del edificio y yo he dado el mío. Creo que voy a tener trabajo hasta que encuentre trabajo.

Un momento, llaman al teléfono.

_ ¿Micaela?
_ Perdona que te moleste, hasta que llame mañana al seguro y no vengan a arreglar esto no tengo agua ¿verdad?
_ No, no tienes.
_ Bueno, ¿podría ducharme en tu casa?
_ Claro _ hostia, cómo voy a decirle que no _ ¿A qué hora te vas a trabajar?
_ A las siete y media pero... no quisiera molestar tan pronto. Si te va mejor subo y me ducho ahora.
_ Vale, acabo de escribir una cosa, un minuto y te abro.

¿Y ahora? Recibo un sms.

"Mañana dejo a mis hijos con mi madre. Roberto de viaje hasta el miércoles. Espero no tener que romper nada en casa para que vengas. Lola".

Tengo que encontrar trabajo como sea.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Sex in the pueblo


Después de varios días de trabajo más o menos agradable, leer mails de otros es un trabajo que se lo recomiendo a todo el mundo, me han despedido (a pedradas).

El escritor de éxito me pilló con su hija pequeña(25) en actitud cariñosa (desnudos en su habitación follando como locos). Se vé que se dio cuenta de que el sonotone se le había apagado (casualmente como todas las tardes) a la hora de la siesta. Yo le decía a ella "no grites que nos va a oír tu padre" pero la chica se ve que no podía evitarlo. En uno de los "Álvarez, pero que grande la tienes" su padre abrió la puerta alertado por los sonidos rabiosos que llegaban de la habitación de Nenita (qué lujuria más insana que llevabámos).

Cobraba por semanas y en negro. Estamos a miércoles, ya me puedo olvidar del dinero de estos tres días. Bueno, pensándolo mejor, podía haber sido peor, podía haberme pillado el sábado. El sábado volvía su joven esposa y ya me había dicho que repetiríamos. El sábado no sé qué hubiera pasaso entre Nenita y su madrastra.

Mejor así. Esta vez no me ha dado tiempo de mearme en ningún cacharro de la casa. Estoy perdiendo facultades, no sé qué hacer, no sé dónde voy a dormir esta noche.

...

Arreglado, he enviado sms a Nenita, esta noche encuentro romántico en hotel del pueblo de al lado. Esta noche se va a sonrojar hasta la luna.




Gracias Susanna, Víctor y Toni (este descubrimiento no tiene precio)

lunes, 16 de agosto de 2010

De lobos, caperucitas, espejismos, nocturnidades, alevosías y ensañamientos


Hace ya casi un mes que no he vuelto a hablar con la holandesita errante. Lo que no quiere decir que haya dejado de saber de ella. Ahora ya presenta a su amiguito como su "nuevo chico", al principio me dolió mucho pero ahora sólo me duele el no haberme meado, a parte de en el cepillo de dientes de él (o de su madre), en el de ella también. Puede que el tiempo acabe curando todas las heridas, incluso puede que en poco tiempo pueda volver a confiar en otra persona, pero tengo ciertas dudas al respecto.

Algo ha cambiado dentro de mí. Por ejemplo, en mi forma de escribir. Ahora tiendo a hacer burla de cosas por las que antes solía sentir respeto. No es que me haya vuelto más transgresor, es que, simplemente, ahora me importa menos tener que romperme la cara con alguien.

Una vez ha pasado ya todo lo de mujer rubia me siento más tranquilo. Mujer rubia no ha vuelto a dar señales de vida y sé por amigos comunes que mujer rubia y marido de mujer rubia están pasando una crisis importante donde quien más está poniendo de su parte por arreglarlo es ella. No es que me sienta despreciado, lo que me ocurre es que es muy difícil no sentir cierta decepción, uno siempre espera un gesto que indique que importa aunque sólo sea un poquito. Un adiós hubiera estado bien, las llamadas de aviso de que venía su marido eran algo así como "Alvarez, no le hagas daño".

Por otra parte he encontrado un trabajo a tiempo parcial como secretario de un escritor de novelas de éxito. En realidad, el trabajo consiste en mirar su correo y filtrar los mensajes. Al tío sólo le interesan los de las chicas jóvenes y que lleven foto, los que le proponen conferencias y los que le proponen inversiones en sudamérica.

El trabajo está bien, voy a su mansión, me voy al despacho que está al lado del suyo (diez veces más pequeño) y me meto en su correo. A las diez le doy un informe y a la una otro. Como en la cocina con la asistenta y más tarde tomo café con él y me habla de las cosas más variopintas, desde una vez que cazó un enorme elefante en Africa hasta que se ha acostado con más de doscientas mujeres. Generalmente yo tengo que hacer esfuerzos sobrehumanos para mantenerme despierto pero he llegado a la conclusión que él habla y ni me ve, sólo nota mi presencia. Creo que le caigo bien, que soy ese hijo que no tuvo (aparte de los cinco que sí tuvo y pasan de él porque no le escriben ni un correo y no le llaman jamás al teléfono).

El escritor no tiene nespresso, con lo que ando buscando una forma distinta y creativa de dejar mi huella en su casa cuando me despida.

Esta mañana le ha escrito una chica encantadora, joven, bonita, un correo tierno e ingenuo. No sé por qué, a pesar de ser mi trabajo, no le he pasado su correo. A veces veo el desastre, a veces veo que este tipejo ya no puede valorar lo más elemental del alma, que sólo verá a una chica bonita y predispuesta a conocer a alguien idealizado y él se prestará a ello porque ya tiene la costumbre y las formas. La consumirá como se come una hamburguesa y no, esta vez no quiero que ocurra eso, esta vez le he contestado yo y he sido cordialmente amable y le he afeado un par de errores gramaticales. Para que se olvide de él, para que esta vez, cuando me cuente que han sido docientas una las mujeres, no esté entre ellas.

Ya sé qué estáis pensando, que no debería meterme, que quizá para ella sea bonito pasar un fin de semana con su autor favorito en una casita en los alpes, que será algo que vivirá sin ningún prejuicio. Seguramente estaréis pensando que el ingenuo soy yo, que el imbécil soy yo, y probablemente tengáis razón.

Pero de eso ya os habíais dado cuenta.

sábado, 7 de agosto de 2010

una tarde cualquiera de agosto


Quedamos para comer en un restaurante del centro. Me dijo que se iba con su marido y los chicos de vacaciones pero no me dijo dónde, imagino que por si se me ocurría aparecer por allí por sorpresa alegando una coincidencia que, a todas luces, era increíble. Se tomaba unas vacaciones de su rutina y por supuesto, sin que llegara a decirlo, de mí.

Podría decir que sentí cierto alivio pero mentiría, en realidad no sentí nada, quizá el fastidio de tener que buscar algo que hacer después de trabajar en una ciudad atestada de turistas, sin nadie a quien llamar, otra vez solo, otra vez la misma historia, esa que me lleva a empezar de cero con tanta frecuencia. No sabía que aún faltaba mucho más.

A primera hora de la tarde, mi jefe me llamó a su despacho y me felicitó por mi trabajo. "Sinceramente, Alvarez, te dimos más trabajo del que pudieras hacer para tener la excusa de despedirte el mes de agosto y volverte a coger en septiembre. No pensábamos que lo terminarías". Me sentí orgulloso de mí mismo, un orgullo tímido y con un bonito traje de falsa modestia, un orgullo de haber podido conservar mi puesto de trabajo ahora que tanto lo necesitaba. Le sonreí. Siguió hablando "pero durante el mes de agosto, debido al poco volumen de demanda no podemos mantener a toda la plantilla, así que tendremos que hacer lo planeado. Te va a parecer gracioso pero si no hubieras acabado el trabajo que te dimos ahora tendríamos trabajo para que te quedaras en plantilla todo el mes de agosto". Dejé de sonreír. Continuó diciendo "estamos contentos con su trabajo, has rendido más en un mes que muchos antiguos empleados en un semestre, por eso te llamaremos en septiembre".

Me levanté de la silla aturdido, me parecía que hacía mucho calor y salí del despacho sin despedirme y aflojándome la corbata, fui al expendedor de agua y bebí compulsivamente un vaso tras otro ante la atenta mirada de la secretaria de dirección. No aplacaba mi sed, dicen que una descarga de adrenalina te deja seco, ahora sí que no sabía cómo iba a pagar el alquiler ni siquiera cómo comprar comida a partir del día quince. No cobraría el subsidio hasta septiembre. Con mi trabajo esta gente habían ganado casi 230.000,00 €.

Mi cuerpo, a pesar de la sed, rebosaba de agua. Fui al baño y llené una botella de agua de litro y medio, mitad con el destilado de mi cuerpo, mitad con agua del grifo. Durante el resto de la tarde me entretuve viendo cómo mis compañeros (pocos) se citaban en la Nespresso y tomaban café enriquecido. "Me llevaréis muy dentro" pensaba yo. A las cuatro el jefe se tomó su habital café americano con gran deleite. Me miró y sonrió. Le devolví la sonrisa.

A las seis salí con el resto de compañeros de trabajo, nos despedimos fríamente con un "hasta pronto". Nadie dijo "llámame si te quedas por aquí", Doris, la chiquita de facturación quiso decirme algo pero no se atrevió en el último momento. Llegué a casa a las siete, me cambié y salí a correr una hora más o menos. Cuando regresé tenía diez llamadas de mujer rubia. Pensé que la llamaría después de ducharme. Mientras estaba en la ducha llmaron al timbre de la puerta.

Me cubrí la cintura a modo de falda con la toalla y abrí. Allí estaba el marido de mujer rubia. No dijo nada, no se movió del sitio, sólo me miró con una pregunta taladrándome a traves de sus ojos vidriosos, una pregunta indefinida ante la confusión de no saber si sentir odio, miedo o tristeza y sentir todo eso al mismo tiempo. Yo no sabía qué hacer ni qué decir. Bajé la vista y él soltó un suspiro, al menos, debía pensar, yo no había podido aguantarle la mirada, al menos me había ganado en algo. Se dio media vuelta y bajó las escaleras lenamente, en el descansillo del piso de abajo rompió a llorar.

Yo cerré la puerta y me metí en mi habitación. Sin saber muy bien porqué empecé a meter mis pocas cosas en las maletas. Sólo dejé fuera la ropa que me iba a poner al día siguiente. Me hice la cena y cené. Ví un rato la televisión sin verla, trtando de desmadejar el lío que tenía dentro de mi cabeza. Dormí. Dormí y soñé que te encontraba y me sonreías y me querías. Soñé que me apoyaba en tu regazo y tú me acariciabas el pelo y me decías que no importaba, que siempre estarías ahí y que todo lo superaríamos juntos.

Por la mañana salí de casa dejando las maletas en el recibidor. Cogí el 17 y luego fue caminando hacia la puerta del cementerio, me gasté los últimos veinte euros en unas flores, no eran tus favoritas, la mujer del puesto no quiso vendérmelas por tan poco dinero. Y sí, lo siento, te eché en cara que te fueras sin avisarme y tuviera que hacerlo la policía, y sí te eché en cara que me hicieras la vida tan fácil porque después ya no supe qué hacer sin ti, que me dejaras en manos de la lluvia y los cielos plomizos, en manos de la vaga esperanza de que todo fuese al final un mal sueño.

Volví a casa, cogí las maletas y bajé a la calle, sin rumbo, sin saber a dónde ir. Estuve todo el día con las maletas a cuestas por Barcelona, estuve en la estación de Sans y en plaza Catalunya, subí Paseig de Gràcia y me tomé un café (1,30€) en el Jamaica que hace esquina entre Torrent de l´Olla y Córcega, donde quedábamos las primeras veces, donde empecé a acostumbrarme a tu alegría, a querer que no llegara la hora de despedirnos.

A las diez de la noche volví a casa, más por no dormir en la calle que por querer estar ahí un minuto más. A pesar de no haber comido nada en todo el día no tenía hambre. Tampoco tenía sueño pero me metí en la cama. Y volví a dormir y volví a soñar, pero esta vez no contigo, soñé con mis padres y mi hermana, con mis sobrinos, con unos tíos que casi nunca veo. Por la mañana llamé a todos mis amigos y nadie me cogió el teléfono. Luego salí a la calle, esta vez sin maletas y fui hasta el parque de la Ciutadella, me senté en un banco, parejas felices con niños en bicicleta, perros felices con correas de cuero, hacía sol, cerré los ojos, y deseé que ese instante durase para siempre.


sábado, 31 de julio de 2010

Duerme conmigo


Siete llamadas en una hora. No le cojo el teléfono. Mi jefe me mira mal y no sé si acierto muy bien al dar una explicación "Es una llamada personal, la devolveré a la hora una vez haya salido". "Parece urgente, la próxima vez, cójala Álvarez".

Suena de nuevo. Mi jefe me mira con severidad. Me levanto y salgo de la oficina en dirección a la calle. En la puerta dos chicas de administración fuman y hablan de hombres. En cuanto me ven llegar apagan sus cigarrillos y entran de nuevo en el edificio con cara de "¿se habrá dado cuenta de que llevamos aquí quince minutos?". Descuelgo al décimo tono.

-¿Por qué no me cogías el teléfono?- me suelta como una primera andanada a la que sé que seguirán otras si no lo paro a tiempo.

- Estaba con mi jefe. Lo has puesto nervioso.

_ ¿Tanto costaba descolgar decir que estabas con él y decirme luego te llamo? me dice notablemente enfadada, como una niña pequeña con la llegada de un nuevo hermanito.

Querría decirle que no estaba seguro de si la iba a llamar luego, quería decirle que tal vez la última vez fue, esta vez sí, la última vez.

_ Creí que entenderías que en horario de trabajo mi disponibilidad para discutir es limitada. Generalmente suelo estar concentrado en lo que hago y tengo que estar muy seguro para poderlo defender en las reuniones con mi jefe. Sabes que no puedo perder mi trabajo. Ahora no.

_ Me podías haber enviado un sms, yo te importo muy poco ¿verdad?_ dice en un tono que quiere que parezca triste pero que es otra cosa, no sé muy bien qué, pero otro sentimiento distino, el parásito que se alimenta de ese sentimiento.

No digo nada, podría decir que no, que no me importa un pimiento, que la detesto por su traición pero sobre todo por esa excitación que siente ante la idea de esa traición. No puedo dejar de pensar que ojitos azules probablemente sentiría ese mismo ardor en la sangre que ella, esas ansias por bajarle los pantalones y cogerle la polla con la mano y notar esa fuerza que cree en ese instante que sólo es para ella. No, no puedo decirle que no existe en el mundo una razón para que quiera estar con ella excepto la insana violencia que mi cuerpo elimina con el sudor y las embestidas contra su cuerpo, no podría decirle que follarla es lo más alejado que he estado nunca de hacerle el amor a una mujer.

_ Si no me importaras no te estaría llamando_ le digo.

_ Lo siento, Al, necesito verte, ni como, ni duermo; no vivo. Esta tarde iré a tu casa. A las cinco. Dime que sí.

No me gusta ser la droga de nadie, no me gusta que deseen estar conmigo porque les es insoportable el no estarlo. No, porque me convierto en un objeto, algo que sacia a un monstruo que vive en las profundiades del alma y que siempre está al acecho, un monstruo que no duerme, que sólo busca algo que le calme y está dispuesto a todo por ello. No, definitivamente no me gusta esto.

_ No, rubia, será mejor que no.

Podría decirle que ella llegará a las cinco con una bolsa de una tienda de marca y se irá a las ocho llevándosela como excusa perfecta cuando llegue a casa. Y entonces yo me calzaré las deportivas y saldré a correr para poder descargar toda la rabia que, en lugar de irse del todo, ha dejado hueco para otra más ácida y menos sana, una rabia de vida desperdiciada, de vida sujeta a una inercia de días absurdos, de soledad muy bien disimulada, una rabia-soledad de libros en la mesita de noche, de ir descontando las horas hasta que llegue, de nuevo, la muleta de la rutina, de sacar el coche del garaje e ir quemando gasolina hasta el trabajo, de dejar el alma en la puerta de la oficina junto al cenicero y las colillas de las chicas que bajan a fumarse el cigarrillo.

_ Pídeme lo que sea, Al.

_ Quédate a dormir conmigo.

Ella permanece en silencio unos segundos. Luego dice:

_ Sabes que no puedo.

jueves, 29 de julio de 2010

Mujer rubia (ciudad inundada)


Y por los rincones de tu boca me resbalo, haciendo mil y un gestos para no caer… y caigo… de bruces sobre tu pecho, caen mis manos bajo el dobladillo de tu vestido y tú suspiras, diría que de alivio, de acabar por fin algo que esperabas hace mucho tiempo, algo que ha tenido que ver con que eligieras precisamente lo que llevas puesto. Me sorprendió que el otro día te vistieras así para mí, desde entonces sólo sueño con ello.

Me dices que soy el hombre más sexy con el que has estado nunca. Yo me río y me miro de reojo en el espejo y pienso en que tienes poco mundo si crees eso, y me preguntas de qué me río y yo te digo que de esa forma cursi de decir sexy, de cómo pones los labios pero en realidad pienso en las ganas que tengo de morderte la boca para que sepas con qué clase de bestia estás tratando. Te voy a morder hasta el alma, te voy a arrancar aquello que eres al tiempo que te quito la ropa. No sólo tu cuerpo quedará desnudo, te lo prometo, te lo juro.

Dices que tengo los ojos del color de los bosques, que hay una animal dentro que lo habita, otras antes que tú dirían que son del color de una selva donde es fácil perderse, de donde sólo se sale huyendo. Probablemente tengan razón, probablemente tenga el corazón de las tinieblas metido en el pecho y busque la luz que no tengo en ojos ajenos. Deberías tener miedo, deberías dar media vuelta y olvidarme antes de que te coma el alma contra la pared de cualquier habitación de hotel.

Quien me conoce sabe que no soy un cazador, o no por lo menos de los que coleccionan trofeos. Soy sólo alguien que necesita un sucedáneo porque no puede o no sabe obtener lo auténtico, porque sólo sabe odiar, porque todo lo que toca se rompe en mil pedazos y lo sabe también, porque de mil veces una sola ha sido casi normal, porque de tanto querer a ratos, ha acabado creyendo que es mejor no depender de ello.

Sé que no leerás esto nunca, que no conoces la existencia de este blog, que esta tarde cuando me digas por enésima vez “esto se ha acabado” y yo te diga por primera “reconoce de una vez que eres un poco zorra” y tú me cruces la cara delante de todo el mundo, yo ya lo habré escrito.

Es lo más cerca que he estado de querer a nadie. Me das miedo.

Y cuando tengo miedo el animal que llevo dentro se vuelve loco.

miércoles, 28 de julio de 2010

Mujer rubia


Oigo la puerta cerrarse. El silencio suena como un pitido dentro de mis oídos. Son las nueve de la noche y todavía el bochorno es insoportable en Barcelona. En la calle, diez pisos más abajo la gente abarrota las terrazas y agotan los barriles de cerveza. Si me asomara a la ventana la vería cruzar la calle por el paso de cebra, entrar en el parking de enfrente y vería salir su Toyota gris oscuro al cabo de un minuto.

Se ha levantado de la cama creyendo que yo dormía, se ha quitado de encima mi brazo convertido en peso muerto, y ha ido recogiendo la ropa del suelo desde la cama hasta la puerta. Luego se ha sentado en una silla y se ha ido vistiendo despacio, tal vez mirando mi cuerpo teatralmente inerte, de lado, encima de unas sábanas revueltas. Entonces ha sido cuando yo me he hecho el despierto, o tal vez debería decir que he despertado por segunda vez, ésta, abriendo los ojos y buscándola a sabiendas de que estaba sentada en la silla.

Se ha levantado y me ha mirado, ha intentado sonreírme, no había nada en sus ojos, no había ni siquiera un amorodio, no había un reproche, sólo había un "qué demonios estoy haciendo", sólo había una confusión, un no saber qué, cómo, ni cuándo, empezó todo esto. Puede que se sienta culpable aunque no lo creo, puede que esté pensando en qué le dirá a su marido para justificar llegar tan tarde.

Me estoy acostumbrando a ese tipo de miradas, a esas oquedades en las que debería haber un sentimiento en lugar de ese "me voy, no siento nada por tí. No lo volveré a hacer, quiero a mi marido, esto no ha ocurrido". Sí, me voy habituando a despedidas sin heridas que sangren, a coleccionar arañazos en la espalda, a que sólo le falte dejarme cien euros en el cuenco al lado de la puerta.

Ella regresa a casa con sus hijos adolescentes esperándola, a su marido que quizá la mire y no pregunte; y no sabrá, ella no sabrá, que daría media vida por llegar a casa y que alguien estuviera allí, que resulta una paradoja que hace sólo cuatro meses otra mujer me estuviera haciendo lo mismo a mí que ella a su marido, con el que me siento por igual solidario que culpable, mucho más de lo que sentirá ella, como sólo se puede sentir un engañado al traicionar a un desconocido pero tan igual a él mismo.

Y volveremos a vernos, y ella me dirá que no estuvo bien lo que hicimos, y en su tono de voz sabré que no había sido la primera vez y que, por el modo de apartarse el pelo de la cara, por la forma de jugar con los palillos japoneses volveremos a subir y follaremos con un ansia salvaje sospechosamente opuesta a la tristeza, esa que nos dejamos luego en lugar de los teléfonos el uno al otro, una tristeza que no le impedirá decir "te quiero" a otro hombre media hora más tarde, una tristeza que se irá cuando se quite por segunda vez las bragas (negras) y se ponga ropa limpia (blanca).

Y yo tal vez escribiré una entrada en el blog, y tal vez se me cierren los ojos y vea que es muy tarde y no alargaré mucho la historia. Una historia que no tiene sentido, algo en lo que ninguno de los dos está de acuerdo. Mañana la llamaré y le diré que mejor no nos vemos y ella responderá que sí, que es mejor que no nos veamos para luego convocarme a decírmelo cara a cara, para que todo empiece y termine de nuevo.

miércoles, 21 de julio de 2010

Violento amor


Definitivamente el trabajo no dignifica al hombre (no por lo menos en verano). Pensaba que mi nuevo trabajo de crítico de films de contenido clasificado (porno, vamos) sería mi Walhalla o como se llame. Pero no; y nunca lo hubiera dicho, pero este trabajo es un verdadero infierno. Sí, ya sé que estaréis pensando que tanto vicio, tanta escena húmeda y todo eso acaba minando (8 horas al día, señoras y señores, 8 malditas horas) hasta el alma más corrupta. Pues no. A mí lo que me jode son los diálogos. No me había dado cuenta de todas las cosas bonitas que se dicen los actores. Es un puto infierno romántico.

En el cine de muy (pero que muy) bajo presupuesto abundan los diálogos de amor, de amor burro y de amor del de verdad. Algunos actores tienen feeling, se miran, se quieren, hacen el amor y lo dan todo por hacer disfrutar a su pareja. Joder, si es que se me saltan las lágrimas cuando lo pienso. A veces me acuerdo de ella, de cuando entraba dentro y ella gritaba y me pedía más ¿no es eso amor? O cuando con fuerza la apretaba contra la pared mientras le miraba como una fiera a su presa, cuando le decía al oído, con dulce y delicada violencia, que esta vez no pararía cuando ella me lo pidiera (aunque fuese mentira), cuando la azotaba mientras la embestía una y otra vez y podía adivinar cómo entornaba los ojos y le faltaba el aliento, cómo dejaba de pensar. Eso y pensar que ahora otro la querrá igual y que ella gritará igual de fuerte, la duda de si llegará o no, si los pezones se le erizarán de igual forma, todo eso, está perforando mi alma como un gusano una manzana.

Así que me he despedido. Cuando le he dicho a mi jefe que no podía soportar tanto cariño, tantas demostraciones de afecto me ha dicho: "A muchos les pasa. Creen que es un trabajo sin alma pero se equivocan, los que no tienen alma son los que son capaces de quedarse mucho tiempo". Yo entonces he pensado "como en tantas otras cosas".

martes, 13 de julio de 2010

He caído


Como una bandeja llena de copas de champán en una fiesta de puesta de largo, como el glaciar del perito Moreno, como cae un elefante por un precipicio, como un pastel relleno de chocolate.

La he llamado esta mañana. ¿Por qué? No lo sé. La he llamado. Hemos hablado y nos hemos reprochado cosas, lo mismo de antes, lo mismo de siempre. Parece que la distancia va cumpliendo su misión y que el silencio de estos días ha sido como una fina capa de hielo que ha ido recubriendo las palabras tantos días guardadas. Por ambas partes, por todas las costuras de la personalidad que nos viste.

Le traicionó el beso de despedida, fugado a traición de la cárcel donde estaba preso. Me pregunté si alguna vez podremos volver a tener ni siquiera una cuarta parte de la confianza que nos tuvimos y me respondí que ya no, que ya nunca.

Luego la mañana se me hizo amena, cayeron las horas lentamente pero con dulces paréntesis, luces en la negra noche de estos años, las manos se me avejentaron en minutos, cayeron los postigos de las puertas, se allanaron los últimos montículos de papeles de mi mesa, se hizo la luz, se hizo de día.

Y calor. Sobre todo hizo calor. Pero yo ya estaba lejos, estaba a eones luz de distancia, en una sensación nueva para mí, entre la esperanza y la certeza, una ingravidez de mentirijillas, donde el tiempo volvía a transcurrir lineal y sin quebrantos, donde veía caer, a través de los cristales de las ventanas (y hacia arriba) las hojas de los árboles del próximo otoño.

Porque cuando se desatasca el tiempo es como si se rompiera una presa, cuando dejas atrás una etapa de tu vida, la nueva irrumpe con la fuerza con la que la has ido empujando para que no saliera, como una pelota la empujas hacia abajo en una piscina.

Y sí, la he llamado, y sí se me ha quedado mal cuerpo. Pero ahora todo es distinto: me importa todo más (y casualmente todo mucho menos).

sábado, 10 de julio de 2010

Manifestación


En principio no voy a ir. Yo soy de los que voté y voté que sí, que estaba conforme con el estatut sin leerme ni una sola de las cuatrocients y pico páginas. Pensaba que si las cosas se gestionan más cerca de mi casa, mejor será el servicio en todos los sentidos porque cada uno sabe lo que tiene que comprar y si se le ha acabado la leche o si va a hacer tortilla de patatas y no hay huevos en la nevera. A mí no me va a decir el presidente de la escalera que hoy no voy comprar huevos porque no le sale en el ordenador o porque considera que debo hacer dieta.

Entiendo también que este España es una mezcla de caracteres y después de quince años tratando con personas de todas las provincias y viajando por todo el país he sentido en mis carnes como cada comunidad autónoma es distinta a otra fruto de:
el clima, su historia, la industria a la que se dedicaron, los cultivos, las estructuras sociales derivadas de los tiempos de la reconquista y los políticos que les gobiernen. Tengo buenos amigos (en algunos casos tenía) por toda la geografía ibérica y me da igual de dónde sean. La gente es de buena pasta o no lo es. Y punto.

En primer lugar me indigna que los políticos catalanes se indignen ante el tijeretazo a algunos artículos que se aprovaron por referéndum por un buen número de personas y no se indignen ante la tasa de paro, la lentitud de la adiminstración que ellos representan y la falta de preparación de muchos cargos importantes. ¿Cómo se puede tener a un president del parlament sin haber acabado los estudios primarios? ¿Sólo porque a su partido le tocaba ese puesto por el pacto de gobierno y el partido lo eligió? Voy a pedir que su médico sea enterrador, pescadero o marmolista, a ver qué cojones piensa él de eso. Esa es una vergüenza que sufrimos todos, para optar a un puesto de trabajo privado te piden la de dios pero para ser cargo público sólo se tiene que haberle lamido el culo al primero de la lista a unas elecciones. Así nos va.

En segundo lugar me indigna que algunos partidos claramente a la baja hagan de esta manifestación una plataforma para conseguir más votos aprovechando el cabreo general. El tribunal constitucional no nos deja tener todo aquello que queremos tener gracias a que el estatut ha sido recurrido (ninguno más ha sido recurrido, cuando algunos copiaron artículos idénticos a los que están sujetos a interpretación), vale, eso va a hacer que estos partidos tengan argumentos para extremar sus acciones. Los extremos no son buenos, entre otras cosas porque estos tipejos son unos descerebraos que han asaltado la cúpula de un partido a la deriva durante años. Éstos, de chavales, eran unos gamberros, de esos que ponen petardos en las papeleras o le atan una lata al rabo de un perro. La política da esas oportunidades.

En tercer lugar me jode que alguien pueda juzgarme por haber nacido en un lugar u otro, por hablar de una manera u otra o por si meo de pie o sentado o por cualquier otra cosa. Y me refiero a los que generalizan por las noticias. Señores; las noticias las redactan gente que sirven a intereses e ideales de los medios que los contratan. Porque fichan a gente de su misma ideología o porque si no hacen los echan a la puta calle. Si alguien quiere saber cómo somos los catalanes que tenga la inusual idea de conocernos, por averiguar algo de nuestra cultura, o del día a día y de los putos problemas que tenemos con infraestructuras obsoletas. Lo mismo digo a mis conciudadanos, si alguna vez quieren hablar de cómo es un andaluz, un asturiano o un madrileño, que tenga la decencia de ir a conocerlo de primera mano y no someterlo todo al yugo de los prejuicios. A base de prejuicios vamos a no saber ni quiénes somos. El mundo cambia, señores, la selección nacional ha llegado a la final de un mundial, con jugadores de todo el territorio. ¿A que nadie le importa de dónde son los jugadores que ganaron a Alemenia el miércoles? Casillas: madrileño, Capdevila, catalán, Puyol catalán, Piqué catalán, Ramos andaluz, Xavi catalán, Xabi euskaldún, Busquets catalán, Iniesta Castellano-manchego, Pedro canario, Villa asturiano. ¿Importa? ¿a que no?

Cada uno se siente orgulloso de donde es y ese ser de donde es uno nos puede llevar a mirar mal a otro que lo único que hace es lo mismo que nosotros: estar orgulloso de donde es. Cuando un valenciano me dice que está orgulloso de ser valenciano me parece bien, cuando un extremeño me dice que está orgulloso de serlo me parece bien, ahora, cuando alguien me lo dice para darme a entender que es mejor que yo, por ahí no paso. Es mejor que yo cuando se levanta por las mañanas y su único propósito es hacer que las cosas de la gente que tiene a su alrededor sea mejor que el día anterior, cuando trabaja para por un ideal noble y cuando estas premisas no le cansan. Eso, es ser mejor que yo; haber nacido en Murcia, Catalunya o Euskadi no te hace ser mejor que nadie, imbécil.

Ya está, ya me he desahogado. Lo que más me jode es que tengo una cena esta noche por esa zona y seguro que alguien me va a contabilizar como asistente. Amén de que no voy a poder aparcar cerca.

Y los catalanes, si todo el tiempo que nos pasamos quejándonos hiciéramos algo para mejorar las cosas o para mandar a la mierda a todos los políticos y no esperar a que nos lo "arreglen" todo, igual implicándonos un poco en las asociaciones de barrio, casals de cultura... etc, igual acabábamos teniendo mejor calidad de vida, igual los trenes siguen sin llegar a tiempo, la luz se nos va cada dos por tres, etc. Pero
¿A que no nos quejamos de la mayor desalinizadora-potabilizadora del mundo esté en el Prat de Llobregat? ¡¡la mayor del mundo!! ¿o que la planta de Electrodiálisis reversible más grande del mundo esté en Abrera y vengan a verla de todos los países civilizados? ¿o que tengamos un circuito de primer orden que ingresa la leche en las carreras? ¿o que tengamos un laboratorio pionero (el sincrotón)? ¿o que tengamos un cluster bimédico, esté en marcha otro universitario y no sé cuántos más? ¿o que el AVE nos conectará con Francia en una hora? Ya vale de quejarse por todo, también. Igual es que las inversiones se hacen de una forma estratégica y no de cara al bienestar de la gente. Que igual sin España no tendríamos la seguridad social que tenemos teniendo en cuenta la fuerte presión que ejercen todos los hospitales y clínicas privados. Ya vale de quejarse por todo

Y a los que nos miran como si fuéramos unos egoístas, que vengan a visitar Catalunya con los ojos abiertos, que hay una lengua propia ¿qué le vamos a hacer? es como nos enseñaron a hablar nuestros padres, como a tí el tuyo y es la lengua que utilizo con mis vecinos como tú con los tuyos. Al final la gente es buena o mala, se rige por criterios de amor o de miedo, y de eso hay en todas partes.

Si has llegado hasta aquí y lo has leído todo, te felicito, porque mira que me he desahogado.

Y vale, lo has adivinado, la holandesita errante va a ir a la mani con el otro. Y no voy porque no quiero encontrármela.

jueves, 8 de julio de 2010

Mediodía

Cuando peor lo llevo es cuando es la hora de comer. Yo como a la 13:30h y ella lo hace a las 14:00 h. Está a poco más de 20 km. Yo como solo, ella come sola, aunque últimamente siempre algún amigo a visitarla. Yo le digo que no son amigos, que son pretendientes, ella me decía que no, pero "curiosamente" me fue dando la razón en muchos casos.

Yo le decía: Siendo rubia y con los ojos azules, los tíos te tomamos por lo exótico. Al fin y al cabo lo exótico es lo poco común. Podría ahogarme en el océano de tus ojos.

Ella me contestaba que para ella lo increíble eran mis ojos verde-bosque "verde salvaje" me decía. Y entonces yo le hacía el amor de con violencia, le susurraba al oído cosas que sólo son capaces de soñar las alimañas y de las que se arrepienten después cuando despiertan. No quiero pensar. Hoy no, y sin embargo este silencio y esta soledad de la oficina me empujan a ello.

Toda la mañana pensando en ella, en qué estará haciendo, hasta qué punto le importará esta distancia, si me enviará un mensaje porque no puede soportar que yo me haya ido o si su felicidad de estar con el otro será la sábana que cubra mi cadáver.

Si de algo estoy seguro es que a él le conderá privilegios que yo no tuve, no me preguntéis por qué. Quizá porque no quiere que el tiempo lo acabe por pudrir todo, tal vez porque haya aprendido algo. No sé.

A veces tengo la sensación de que a mí siempre se me pone el listón más alto. Igual estoy un poco susceptible. Debe ser que tengo sueño, que duermo mal, que sigo sin entender las cosas.

miércoles, 7 de julio de 2010

48 horas



Hoy me he dado cuenta de que si estuviera con la Holandesita errante no hubiera visto el partido con mi padre, ni hubiera descorchado la botella de cava que me han regalado esta tarde (me he emocionado, palabra, hacía tanto que nadie me hacía un regalo espontáneo...) y ¿sabes? mi padre tiene setenta y seis años y ha perdido mucho y hemos llegado a la final, por eso es importante y por eso merece la pena el día que pasé ayer tan malo. Porque si el segundo día ya voy apreciando las cosas que puedo hacer sin ella y que no haría con ella, entonces creo que va a ser menos difícil de lo que pensaba.


Porque al fin y al cabo la vida se compone de los momentos en los que dices "joderAñadir imagen, estoy donde quiero estar" y probablemente yo solo (o con ella) no hubiera sido ni la mitad de lo de hoy.


Puede que no sea perfecto, no pretendo serlo, creo que lo mejor es aceptar que no todos buscamos lo mismo en el mismo momento, que a veces, lo que nos une es, simplemente, un cruce de caminos.


El domingo ya sé dónde voy a ver el partido.


40

40 horas. Así, a lo campeón, con un par. 40 horas resisitiéndome a llamarla, he estado a punto pero al final he resistido (eso y que trabajo en una sala con varias personas y sabemos que el primero que dé muestras de debilidad se va a la calle).

40 horas. Ya sólo me quedan... 24 hora x 29 días + 8 horas = 704 horas!!!! para que pase el mes.

Sospecho que esto va a ser un infierno (y no por el calor que va a hacer).

Y yo que creo que ella en realidad es lo que quiere... quizá es lo que más rabia me da.

lunes, 5 de julio de 2010

Soy, de largo, el tío más tonto (pero más duro) del mundo



Alvarez: Tenemos que dejar de comunicarnos, dejar de llamarnos.

Holandesa errante: (con voz de pena forzada) No quiero perder el contacto contigo pero si tú lo quieres así...

Alvarez: (hija de la gran puta, por lo menos finje mejor) Sí, creo que sólo así podremos ser amigos algún día.

Holandesa errante: Si así lo quieres...

Alvarez: (eso ya lo has dicho antes, ¿es que la alegría no te deja pensar?) Tú harás tu vida y yo prefiero estar al margen, no quiero pasarlo mal.

Holandesa errante: ¿Te podré llamar?

Alvarez: (no)

Holandesa errante: ¿Pero si me pasa algo grave?

Alvarez: (Llamas al otro) Nada. No debemos tener contacto por lo menos en un mes. (Dentro de un mes me darás igual, me lo ha prometido Amanda ¿verdad Amanda?)

Holandesa errante: ¿Entonces dentro de un mes te podré llamar y seremos amigos?

Alvarez: (Alvarez, ¿tú estás seguro que esta tía no es la estrella de mar de Bob esponja?) Sí, dentro de un mes seremos amigos (ni te acordarás de mi nombre).

Holandesa errante: (con alegría) Ah, vale, entonces me parece bien.

Alvarez: Adiós ojitos azules.

Holandesa errante: Adiós Alvarez (qué gran amante eres, Alvarez, por dios, y que pedazo de miembro, te voy a echar de menos, mira, no es que llore de alegría es que lloro para homenajear aquellas veces que se me saltaban las lágrimas de placer (igual exagero un poquito)).


domingo, 4 de julio de 2010

Cojo carrerilla


Por fin lo he decidido. Voy a seguir los consejos de Amanda y voy a convocar a la innombrable y le voy a decir que tenemos que dejar de comunicarnos todo el verano. Cero. Sé que con eso, el otro ocupará todo su mundo, incluso esa parte que aún creo tener yo. En cierta forma, dejar de hablar con ella es dejarle el camino libre al otro para sustituirme en esa fantasía en la que somos "amigos".

Renuncio. Renuncio al pasado, al presente y su futuro. Renuncio a saber de ella, a estar ahí cuando me necesita. ¿Acaso está ella cuando la necesito? Bueno, vale, sí lo está (pero no compensa).

Necesito desengancharme de ella para poder hacer cosas por mí mismo. Tengo que dejar de pensar que es posible volver.

Espero que después de quince días sea yo el que no quiera volver.

He quedado el martes para decírselo. Si me pone excusas de última hora se lo digo por teléfono. No estoy para hostias.

sábado, 3 de julio de 2010

Cinco

Te voy a romper el corazón en cinco partes, una por cada continente, por cada sentido, por cada dedo de la mano, una por cada vez que hoy me has dicho te quiero.

lunes, 28 de junio de 2010

Soy, de largo, el tío más tonto del mundo (3)


... y empiezo a sospechar que, además, me debe de gustar porque si no, no lo entiendo.

Quedo para comer con ella. Hablamos, reímos, me dice que me quiere, me llamó ayer por la tarde, volvía de la playa, iba a ver a unas amigas comunes.

Después, casi cuando nos íbamos a ir, me dice que estuvo en la playa con el otro. Le digo que me parece bien, que puede hacer con su vida lo que le dé la gana. Me dice que me quiere. Luego salgo, el día se estropea, nubes negras amenazan lluvia y complen su amenaza. Llueve. Soy incapaz de soportar esta lluvia.

Esta tarde sale del trabajo, me llama para contarme una de sus cosas, una chorrada, algo que compartimos hace tiempo y que aún no le ha llegado. Le asesoro, le digo que haga algo, lo hace, se le soluciona le problema. Me dice que me quiere.

Me dice que me llamará más tarde. No llama, la llamo, dos veces. No me coje el teléfono. Se me queda cara de tonto.

No entiendo cómo puedo ser tan tonto.

La odio.

jueves, 24 de junio de 2010

Tes tistres tigues


Ayer Díaz Ayuso se tragó media docena de clips de forma accidental (se los metí yo mientras dormía a pierna suelta en su sillón de la oficina). Díaz Ayuso suele aprovechar el tiempo que le sobra del descanso que tenemos para comer para echar una cabezadita. Generalmente se sienta en el sillón con una pierna encima de un apoyabrazo y se estira con la cabeza hacia atrás con la boca abierta. Lo habitual en mí es aprovechar esa media hora para dar un paseo por el distrito pero ayer tuve que hacer una oferta para entregarla a primera hora de la tarde.

Pero cuando ví a Díaz Ayuso allí, como una canasta de baloncesto esperando a que yo comprobara como estaba mi muñeca, no pude resistirlo. Diecisiete de cincuenta, un treinta y cuatro por ciento, no está mal. Cuando Díaz Ayuso se despertó y se sacució (entre gestos de extrañeza) los clips que tenía sobre el cuerpo como el que se quita las migas de pan después de haberse comido un bocadillo, me miró para decirme algo, algo que nunca llegó a pronuniciar porque yo le corté diciéndole:

- El mariscal de campo quería verte en su despacho hace veinte minutos.

_ ¿Qué querrá esa hija de puta sin educación ni sentimientos? Si no fuera porque la empresa es de su tío, te digo que ésta no estaría aquí y mucho menos de directora general en cualquier empresa. ¿Te ha dicho qué quiere?

_ Sí, por lo visto está obligada por ley a comunicarnos que ha puesto micrófonos y cámaras ocultas por toda la oficina. Es que es tan noble para tener tanto liderazgo. ¡Qué gran mujer!_ dije a voz de grito

Díaz Ayudo se levantó con los ojos muy abiertos y salió corriendo al despacho de nuestra general en jefe, a partir de ahora, Ana.
Al cabo de dos minutos volvió y me miró con sospecha.

_ Álvarez ¿Estás seguro que oíste que quería verme?

_ Creo que sí. No sé, como últimamente vuelvo a oír voces dentro de mi cabeza...

_ ¿Aquellas que te decían que nos tenías que matar a todos?

_ No, esas no, otras. Desde que me subieron el sueldo al doble y me rebajaron las horas a treinta semanales aquella ya no las he vuelto a oír.

Al cabo de dos horas, Díaz Ayuso me dijo que se iba a casa, que no se encontraba muy bien mientras se ponía la mano en la tripa.

_ Tú tranquilo, véte a casa que yo te acabo lo de la oferta esa para Gadaffi.

_ Gracias, Álvarez, eres un compañero. Sólo hay que repasarla para que no haya ningún error y enviarla.

Al bajar por las escaleras que dan a la calle, podía oír el tintineo de los clips al chocar entre sí dentro del cuerpo de Díaz Ayuso y cómo de vez en cuando se paraba, daba salititos para comprobar si ese sonido venía de dentro de él. Una vez llegó a la certeza de que se había convertido en un sonajero humano, salió a la calle en dirección al metro, provocando la admiración (todo el mundo se giraba para observarle mejor) del barrio financiero de Barcelona.

Una vez dejé de oírlo, me acerqué a su mesa y dije en voz alta, casi gritando:

_ ¡Pero si ya tenía la oferta hecha. Sólo hay que enviarla por mail!

Luego modifiqué los datos de la oferta y multipliqué el precio final por dos. Si mañana el mismo presidente de Libia no llamaba en persona para preguntar que si nos estábamos cachondeando de él sería un milagro.



Esta mañana me ha llamado Díaz Ayuso a casa.

- Oye, Álvarez, ¿tú no sabrás nada de unos clips en mi estómago?

_ ¿Yo? ¿Pero por quién me has tomado? Ya te he dicho muchas veces que comes demasiado deprisa, que tienes que masticar bien la comida. Si me hicieras caso no te pasarían esa clase de cosas.

_ No sé, no sé. Que no es que me queje, la verdad. Llevo toda la mañana cagándolo todo bien clasificadito, eso es cierto, pero resulta todo esto muy extraño ¿no crees?

_ No le des más vueltas y no ahorres tanto en comida, que luego mira lo que te pasa.

_ Sí, eso es verdad. Oye, por cierto, esta mañana me ha llamado Ana, que se ve que la ha llamado Gadaffi en persona. Me ha dicho que porque hoy es fiesta pero que mañana sin falta me presente delante de ella y a primera hora.

En ese momento, yo estaba a punto de explotar de placer.

_ ¿Y te ha dicho para qué quiere verte?

_ Sí, por lo visto ayer me equivoqué al poner la cifra de venta y puse el doble. Han aceptado la propuesta, tendremos un beneficio del ochenta por ciento. Bueno, por lo visto ha llamado Gadaffi y ha dicho que si le hacíamos el cinco por ciento de descuento nos hacía la transferencia hoy mismo. Y Ana le ha dicho que sí pensando que era el precio antiguo. Creo que quiere felicitarme. Ya ves cómo es la vida, Álvarez, por una parte cago clips pero por otra parte acabo de ganarme una comisión extra de cien mil euros. Gracias por enviarla, que me ha dicho Ana que le consta que estaba acabada por mí. Bueno, te tengo que dejar, voy a ver si me organizo un viaje con ese dinero, no sé, una vuelta al mundo o algo así.

Y colgó.

sábado, 19 de junio de 2010

Adiós, ojitos azules



Cuando la llamé para quedar con ella y ella me dijo que sí tuve una intuición de esas de las mías, la intuición de que me metía en un lío. Lo supe porque es posible que a los siete segundos de conocerla ya tenía claro que era mi tipo. Y es que hace mucho tiempo que sé que mi tipo es, precisemante, lo menos adecuado para mí. Probablemente lo que ocurrió es que a los veinte segundos de conocerla había olvidado lo que había pensado en los primeros siete.

Si de algo me ha servido estar con ella es que ahora tengo mucho más claro cuáles son mis defectos, tanto físicos como de personalidad. Cada vez que hablamos saca algo de eso, cada vez que nos llamamos por teléfono es un reproche más, ya vale de machacarme, le digo. No entiendo por qué si ella me pidiera volver lo haría con los ojos cerrados. No sé por qué. No lo entiendo, sinceramente.

Creo que es hora de hacer caso a Amanda y empezar a tomar distancia emocional. Siempre había creído eso de que el tiempo y la distancia es el olvido. Pero hay que empezar poniendo distancia. Ella ya está lejos, ahora me toca dar media vuelta a mí.

Desgraciadamente sólo sé hacerlo de una forma.

viernes, 18 de junio de 2010

Fresco



Comí con ella. Nos devolvimos algunas cosas, las suficientes como para dejar zanjados los asuntos más importantes, para dejar de echarnos abono el uno al otro durante un rato y recordar algunas cosas buenas. Me da miedo que un día sólo me queden las cosas buenas de ella porque ese día la echaré de menos y si en algo pongo empeño ahora es en echarla de más.

Comimos a su gusto. Yo no tenía hambre, deduje que porque cuando estoy furioso y no es el momento de expresarlo se me cierra el estómago. Hablamos como si tal cosa, yo no quise hacer preguntas. Es esencial no hacer preguntas cuando no quieres saber. Ante la ignoracia lo mejor es la indolencia, es decir "ni lo sé, ni me importa" lo que ella haga en su nueva vida, sólo quiero mantenerme fuera de su alcance, en unas aguas internacionales desde donde no se distingan las figuras a lo lejos.

Dicen que estar enamorado de alguien es esperar. Esperar a que llame, esperar a que sea la hora de llamar, esperar un sms, un correo, es esperar que ocurra algo que nos inunde, es esperar que ocurra algo que nos aniquile. Yo sigo esperando, maldita sea, lo confieso, a que diga que se le ha pasado, a que diga que estaba confusa. Sigo esperando; al final, Alvarez, vas a acabar siendo el peor monstruo de todos, un monstruo que siente, no! esto último lo niego rotundamente, esto último no debe constar en acta y el jurado no lo debe tener en cuenta.

Para no sentir lo mejor es no continuar, por eso dejaré aquí todo eso de que hoy la ví con la excusa de devolvernos las cosas importantes que nunca debimos dejar en casa del otro. Y sí, sé lo que estáis pensando, que a parte de las cosas importantes también quedan las cosas poco importantes que se dejan para otro día, días que ya se sabe, son mucho más sospechosos de ser excusas que cuando te devuelves lo esencial. Quizá en una de esas me acabe devolviendo el corazón dentro de la caja de mi CD de Serrat.

No contemplo la posibilidad de que eso vaya a ocurrir en breve. Lo del CD de Serrat, digo.

miércoles, 16 de junio de 2010

El monsturo bajo el agua


Soy un mal bicho. Tengo la lengua venenosa, las zarpas de un oso, los dientes de un aligator. Quizá no soy siempre así, quizá sólo lo hago cuando me veo acorralado. He hecho mal las cosas, soy consciente de ello.


No soy un hombre que pueda vivir en compañía de otros hombres, no sé vivir en pareja, no soporto la presión de no ser quien quieren que sea. Soy como la gota de fairy que cae sobre la superficie del agua de lavar los platos.


Llamé a este blog El monsturo bajo el agua porque es lo que soy, un monstruo porque me siento herido, bajo el agua porque componen siete octavas partes de mi ser.


Doy por bueno todo lo que me pasa y admito que gran parte de todo lo que ha pasado lo he provocado yo. No soy víctima de nada ni de nadie que no sea yo mismo. No me voy a castigar por ello ni creo que el mundo me castigue.


Admito que estoy mejor acompañado pero también que los demás están mejor sin mí. A veces es mejor irse del todo, no quedarse a ver cómo todo se va a la mierda. A veces es mejor ser lo suficientemente egoísta como para no darle una segunda oportunidad a nadie.


Hoy me ha llamado. Sé que la hice sentir mal el otro día. Me jode ser un animal que hiere, ser ese monstruo que se despierta. Este blog, escondido a los ojos de ella, es posiblemente mi única buena acción en muchos años.


Puede que a veces te haga dudar, puede que en ocasiones te haga creer que soy hasta un tipo simpático. Entonces recuerda que existe un monstruo y un océano infinito donde esconderse. Recuerda Mr. Hyde tuvo un momento lúcido y te habló de que el Dr. Jekyll era sólo una cohartada.


Tengo el corazón enyesado, tengo el alma en venta.


domingo, 13 de junio de 2010

Lo que faltaba



Y apareció Lola. Quiso que nos viéramos. Y yo pensé "todas menos Lola, cualquiera menos ella". Lola, lolita; tan joven entonces como turbadora su llamada de hoy. "Soy demasiado viejo para ti, mi niña" le dije. Ella me respondió que entonces le había dicho que era ella demasiado joven para mí, que ese cambio significaba algo, no sabía el qué, pero habían cambiado las cosas. "Yo ya no soy tan joven, tampoco creo que lo fuera entonces y tú no eres viejo, solamente te sientes así, y lo haces porque tienes miedo. El miedo te hace envejecer, Alvarez. ¿No quieres volver a tener veinticinco años?"

Es lista. Lola es un felino acostumbrado a cazar porqués y a devorar certezas. Si la dejaba hablar acabaría acorralado y estaría en sus manos. Si quedaba una sola vez con ella me hundiría en su embrujo como lo haría un elefante en un pozo de brea, lenta y asfixiantemente, dejaría de ser yo para ser parte de su mundo. No se le puede decir que no a Lola, a su seguridad y a su firmeza, a su belleza descomunal, insultante, infernal e inevitable, una belleza que es como la silla eléctrica de un museo: te dicen que no te pasará nada si te acercas pero nunca acabas de fiarte del todo.

Me moría de ganas de tenerla delante, de abofetearla por haber entrado en mi vida precisamente ahora que la necesitaba para olvidar otra piel, otros ojos, otra boca. Dicen que un clavo saca otro clavo, pero Lola haría arder toda la madera. Yo lo sabía, lo sabía como sé que seré débil y quedaré con ella un día de éstos.

Lola, lolita. A tu lado me siento el hombre más viejo del mundo. A tu lado me siento el hombre más afortunado del mundo. Esta vez voy a hacer las cosas bien. Esta vez no lo tendrás tan fácil.

viernes, 11 de junio de 2010

Improductividad I: Café de media tarde


Ayer quedo con RT para tomarnos un café. Me pregunta qué me pasa. Se lo cuento. Me dice las siguientes palabras, sabiduría en conserva que sólo los amigos íntimos (o los que tienen muy buena memoria) son capaces de destapar en el momento adecuado. "Recuerdo que me dijiste que era una mujer difícil y que la convivencia con ella era poco menos que imposible, un estar alerta constante, una guerra larga que se pierde por la desidia de uno de los dos bandos. Pregúntate qué pasaría si volviérais a estar juntos, qué sucedería, si todo cambiaría o si volverías a tener la misma sensación de ahogo, de querer salir corriendo. A tí lo que en realidad te molesta es que se vaya con otro y que ese otro signifique que tú no vales lo suficiente para ella. No deberías poner en tela de juicio tu valía porque una rubia caprichosa busque algo que no sabe lo que es ni que creo que nadie tenga."

Miro por la ventana, sin mirar hacia ninguna parte, sin saber de dónde ni hacia dónde el viento se lleva las nubes. "¿Sabes? El problema no es ella, el probela eres tú" continúa. "El problema es que tú tampoco eres una persona fácil. Tienes demasiada imaginación, y a veces eso hace que obvies la realidad. Quiero decir que, a veces, eres capaz de seguir adelanta con algo que, a todas luces, no te conviene y parece como si cambiaras la historia, como si dentro de tí encontraras un sentido a lo que hacen los personajes y eso lo justificase todo. ¿Sabes? no todo el mundo es una pobre huerfanita o alguien que la vida lo ha tratado mal y por eso actúan de una forma u otra. Deja de justificar a la gente que no te trata bien. Es como tratar de justificar a la electricidad después de que hayas metido los dedos en un enchufe. Le das demasiadas vueltas a las cosas y, a veces, las cosas son como son y no podemos cambiarla y adaptarnos a ellas, simplemente, no funciona".

El café se enfría en el vaso, mi corazón se acelera mientras lo escucho, se acelera porque, en parte, tiene razón.

"El mundo no se acaba en ella, no la conviertas en un Everest que escalar y que cuando llegas a la cima, tienes que abandonar de inmediato porque es un lugar inhóspito. No te obsesiones. Piensa que es mejor así porque te va a agotar las pocas fuerzas que te quedan. Y tienes otras cosas en qué pensar, tienes algo real por lo que seguir adelante. Y si no lo tienes, invéntatelo. Te echará de menos ella mucho más de lo que tú crees, y probablemente, más de lo que ella cree. ¿Sabes? Eres un gran tío, eres el tío más divertido que conozco y uno de los más inteligentes, y puedes tener a la chica que quieras. Por el amor de dios, Alvarez, a veces pienso que te gusta machacarte porque tienes miedo a desarrollar todo eso. Sal ahí fuera y deja de ponerte palos en las ruedas."

"Tienes razón" le digo.

"Vale, pero antes de salir, paga tú el café, que me he dado cuenta de que he salido de casa sin dinero".

jueves, 10 de junio de 2010

Cansado de ti



Llego al garito desde donde me ha llamado. En un sitio caro, en la parte alta de la ciudad, lejos de las cloacas de los barrios cerca del puerto. En los años setenta, aquí venían los hijos de las casas con solera o adineradas. Eso acabó hace mucho tiempo, ahora sólo es un bar de diseño con vistas a Barcelona y lo frecuentan desubicados con ínfulas de algo que ni ellos mismos saben definir porque ni tan solo calzan una imaginación, y ya no digamos una educación, que les permita intuirlo.

María está el fondo de la barra, tratando de sonreír a tres tipos sórdidos que visten trajes caros y apretados y que llevan camisas de colores más abyectos aún que ellos, abiertas para dejar a la vista cordones de oro probablemente fundidos con parte de las reservas de un país nacido hace muy pocos años por y para el contrabando.

Me ve y me sonríe, su cara se relaja, deja de sonreírles a ellos. Dos de los hombres se giran hacia mí mientras el otro sigue fijo en María, el más viejo de ellos le dice algo al oído al más joven. Calculo que debe de tener unos veinticinco años. El muchacho me corta el paso, me pone la mano en el pecho y me mira con desprecio: la pose de portero de discoteca imitando a un guardaespaldas. Le digo que he venido a buscar a la señorita, que la esperan en casa y él ni se inmuta; no conoce mi idioma, probablemente ni siquiera sepa el suyo.

Le aparto la mano de mi pecho y lo empujo con fuerza apartándolo de mi camino, tropieza con una mesita y una silla baja, pierde el equilibrio, oh qué sorpresa. El hombre que le dijo al oído algo al muchacho da un salto desde el taburete en el que está sentado. Antes de que su pies toquen el suelo una fuerza superior a su caída lo levanta del suelo por encima de la barra. Esa fuerza superior tiene que ver con un gancho de derecha en su mandíbula y conmigo.

El chico se me acerca, se cubre como lo haría un boxeador profesional si estuviera borracho, tuviera parkinson o no hubiera ganado nunca un combate limpio. Finta a la derecha y luego a la izquierda torpemente y sin ritmo pero con una seguridad en la mirada que cualquiera que lo tuviese en frente sabría que le va a costar un buen disgusto. No se puede estar seguro de unos movimientos tan mediocres, finta a la derecha de nuevo, hace un amago, me finta otra vez a la derecha. Lo más probable es que piense que un viejo como yo sea infinitamente más lento que él. Creo que tiene razón.

Cuando intenta fintarme hacia la izquierda yo ya hace una eternidad que soltado el puño hacia un lugar común, un lugar donde se encontrarán su cara y el jucio final donde pagará en demasía tanta estupidez. No lo ve venir, cuando se da cuenta y los músculos de su cara empiezan a crear el boceto de un gesto de sorpresa, un ruido sordo como el de un bala atravesando un plato de porcelana resonará en algún lugar recóndito de su conciencia. No creo que llegue a sentir dolor. Su cuerpo se desvanecerá como si a un androide, de repente, le hubieran cortado el suministro eléctrico que le mantiene de pie. ON/OFF. Su cerebro seguirá procesando lo que le llega a través de los ojos pero ya no podrá entenderlo, tampoco entenderá como se ha convertido, de repente, en un espantapájaros al que, como por arte de magia, le han robado la percha que lo sujeta. Me mirará mientras cae y no podrá ni siquiera odiarme.

Noto los huesos de su cráneo al quebrarse contra mis nudillos. No siento nada más, sólo la presencia de María y su orgullo, no de que haya acudido a su rescate de nuevo sino un orgullo propio, como si ella hubiera derrotado personalmente a los dos esbirros del tipo que tiene delante. Le tiendo la mano. María extiende el brazo como si un gigante fuera a besarle la mano. Noto el tibio tacto de sus dedos. Viene hacia mí sin dejar de mirarle exhibiendo su triunfo ante él.

Salimos del bar. "Has tardado mucho" me dice

"El día menos pensado no podré venir y a ver qué haces" le digo.

miércoles, 9 de junio de 2010

Soy, de largo, el tío más tonto del mundo (2)



Esta mañana me llama, para recordarme que era el cumpleaños de MS. Una excusa como otra cualquiera. Me echa de menos en su día a día, echa de menos mi voz. Al final me acaba diciendo que el domingo fueron al cine unos cuántos amigos, supongo que entre ellos está el otro. Ato cabos, cabos con los que me haría una soga si sigo sacando conclusiones.

Por la tarde la llamo, me sentí culpable por haberla cortado tan secamente por la mañana, me dice que no se encuentra bien, que está triste, que una cifra de seis dígitos como despedida y encontrar otro trabajo al cabo de tres semanas de haberla despedido la tienen sumida en un estado de ánimo deplorable. Reconozco que siento algo de compasión hacia ella, una compasión que ella no tuvo cuando me dejó en el peor momento económico y de autoestima de mi vida.

Soy un blando. 23:00 la llamo, no me coge el teléfono. Debe de estar hablando. 23:15 tampoco me lo coge. 23:30 idem. 23:58 soy un gilipollas del tamaño de Groenlandia. Y yo que pensaba "joder, está triste y yo voy y me alejo cuando peor lo está pasando"

Y una mierda.

No le pienso coger el teléfono nunca más en la vida.

¿Por qué seré tan tonto?

Y sobre todo ¿por qué siempre me pasa lo mismo?

martes, 8 de junio de 2010

Uno solo



Si me echaras de menos me llamarías, me escribirías, entrarías en mi blog a escondidas pero sé que no lo haces. No me echas de menos, quizá añores la costumbre de hablarnos por teléfono o de las mañanas luminosas, pero no a mí. Hace tiempo que lo sabes y hace tiempo también que dejó de importarte. No sabría qué decirte, así, si te tuviera delante, no sabría qué hacer para que no te dieras cuenta de que sigo queriéndote.

Me molesta (al principio me enfurecía pero cada día que ha pasado he ido disminuyendo el temblor de mis dientes) que me hayas devuelto al extrarradio de donde vengo, que tú, muñequita, me hayas sustituido por la solución más fácil (es decir, por otro) y que intentes robarme la poca dignidad que me queda con un "quiero que seamos siendo amigos" y enumeras a los pobres bobos que accedieron a tenerte sin poder tenerte, a vivir una vida extraña de desearte sin deseo, a que la costumbre de estar a tu lado les apagara el ardor de la sangre.

Conmigo no va a pasar eso. Yo te voy a odiar hasta que se queme la vista de tanta ojeriza, no vas a encontrar en mí condescendencia. Tú crees que se me pasará y que dentro de unos días nos llamaremos o nos encontraremos casualmente en alguna comida de esas que organizan nuestros amigos comunes. Pero no se me va a pasar, muñequita, no me vas a domesticar como estás acostumbrada a hacer. No voy a pasar por donde tú quieres que pase.

Empieza a asumir que cuando elegiste, lo hiciste para siempre y que lo que entre tú y yo había, lo has roto definitivamente. Luego dirás que soy yo quien se aleja, ¿qué quieres? ¿que me quede a tu lado para cuando el otro no te comprenda? ¿para que tengas lo mejor de mí sin tener todo aquello que no deseas de mí?

No, muñequita, No soy dos, ni tres, ni cuatro personas. Soy uno solo. Uno solo para quedarse y uno solo para irse.

Y yo no sólo me he ido sino que ya he dejado de echarte de menos.

domingo, 6 de junio de 2010

Agridulce venganza


Soy malo. Me gustaría que me gustase ser bueno, pero soy de lo peorcito que conozco. A veces me arrepiento de ello pero enseguida me arrepiento de haberme arrepentido. Es lo bueno se ser católico, que siempre tienes la opción de volver al punto de partida.

El caso es que esta semana fui al congreso de líderes de la mediterránea. Aún no sé por qué me dejaron entrar, probablemente debe haber por ahí un director general de yo qué sé todavía preguntándose cómo es que no le han dejado entrar si había confirmado su asistencia. Canapés de caviar de alguna especie de pez en extinción regado con los lixiados de algún cafetal explotado por niños esclavos. Malditos cabrones con sus trajes y sus maletines y sus jóvenes secretarias y sus dietas desorbitadas. El mundo es un gran desequilibrio, un jodido e injusto desequilibrio.

Pero no quieron entrar en detalles. No he venido a hablar de esa panda de vividores, lo que quiero contar es que me quedé a dormir en casa de ella, que pactamos que yo dormiría en el sofá y todo eso. Pero no contaba con que yo conocía un vino que la podía volver loca. Como así fue. Y ella me buscó y empezamos a hacerlo en el sofá y yo le dije que mejor íbamos a su cama y ella insistía que no. Y entonces lo supe. Supe que el otro ya había estado en esa cama y que ella no quería mezclar "sentimientos". La dejé a medias, me fui al baño y cerré la puerta. En uno de los cajones estaba mi cepillo de dientes escondido pero había otro. Ese otro que yo le pregunté que porqué compraba dos y ella me dijo que porque estaban de oferta. Lo destapé y lo olí. Olía a pasta de dientes. No sé que me pasó por la cabeza pero el caso es que me meé en ese cepillo y luego lo sequé un poquito, lo volví a tapar y regresé a dormir al sofá.

He de decir que yo sabía que al contacto con la urea, la pasta de dientes haría reacción (no inmediata) y que aprovechando el vapor de eucalipto, esa inmundicia le llegaría a todos los rincones de su boca. El tipo no notaría nada hasta al cabo de unos segundos, cuando ambos componentes crearan un polímero de baja densidad (pastoso y caliente) que acabaría teniendo la textura del plástico fundido. El interfecto, al notar eso bebería agua (probablmente fría) y eso sería peor, porque el plástico se haría retráctil pegándose como el pegamento allí donde pillara. Si lo hicera con agua caliente, se enjuagaría y ya está. Pero guapo, haber estudiado. Ahora sólo me quedaba esperar.

Esta mañana me llama. "Oye, ¿tú no habrás hecho nada al cepillo de dientes (gracias, dios por este instante de supremo placer) que utiliza mi madre (... mierda) cuando se queda a dormir en mi casa, verdad?"

Soy un cabrón lo reconozco, pero no un cobarde, cuando hay que asumir responsabilidades las asumo y punto, no se hable más. "¿Yo? ¿pero por quién me has tomado? con lo que me quiere tu madre. A saber qué birria de cepillo le habrás comprado".

"Bueno, no sé qué pensar, Álvarez, todo esto no me huele bien" (jeje, tiene que oler mal de cojones). "Que sepas que lo llevaré a un laboratorio y como tengas algo que ver no pararé hasta verte entre rejas" (joder, sí que le dolió que la dejara a medias).

"Haz lo que quieras, tengo la conciencia tranquila" (no sé si tú puedes decir lo mismo).

"Adiós, tarado"

"Adiós, princesa" (hija de la gran...)

miércoles, 2 de junio de 2010

La luna y la autopista


- ¿Me quieres? pregunta ella
- Sí, claro que te quiero, respondo
- Pero ¿cómo Romeo a Julieta o como el sarpullido a la mano que le rasca?
- Esa pregunta tiene trampa ¿verdad? Ninguna de las dos cosas, supongo. Es todo mucho más egoísta. Me caes bien, me siento bien cuando estás, quiero tenerte a mi lado por esos dos motivos.
- Eres un panoli, dice ella entornando los ojos como si estuviese examinando algo que daña a los ojos.
- Probablemente lo soy. ¿Tú eres todo lo contrario?
- Yo soy real, vivo del mundo real, donde las facturas no se pagan solas, dice estirando la espalda hacia arriba.
- A ver si te crees que a mí las facturas me las paga el espíritu santo. En la vida no todo es pagar factuas y salir a la montaña a olvidarte de las facturas que tienes que pagar. Además, me río de tus problemas económicos. Has estado ganando más de 70.000 al año durante bastantes años. No llevas una vida de lujos. ¿Ves? ya has conseguido que acabemos hablando de eso. Luego dices que soy yo el saca el tema.
- No hablemos más del tema, dice mirándome con el desprecio con que pagan los listos a los pobres idiotas.
- ...
- ¿Qué haces ahí mirándome?
- Nada, y pienso si no le habrán implantado un motor de nevera en lugar de un marcapasos.
- Me molesta cuando te quedas así, sin decir nada, dice con algo de rabia.
- Has dicho que no hablemos más del tema. ¿Qué esperas?¿ Que saque yo uno al azar, como en el trivial?
- Cuando te pones así, te daría de hostias.
- ... , pienso mientras callo que la violencia tiene algo más que manos a su servicio.

Se levanta y se va a la cocina, recoge la bandeja con los restos de la comida, me dan ganas de salir corriendo. Me levanto, recojo el mantel y lo doblo con extrema pulcritud, como si al juntar perfectamente las esquinas conjurara a un dios prehistórico que hiciera que las cosas salieran bien.
Cuando me doy la vuelta está bajo el marco de la puerta observándome.

- Los he visto más rápidos, dice con los brazos cruzados.
- ¿Tanta prisa tienes? pregunto
- No quiero que te quedes esta noche, me dice.

Son las once, vivo a setenta kilómetros. Sé que es una pataleta y que a medio camino me llamará para pedirme perdón y hablaremos durante el resto de camino a casa de eso que no sabe qué le pasa. Y mientras, yo haré como que no sé que obviamos al otro, que el fin de semana volveré a quedarme en casa mientras ella sale con él a caminar, que no hay ni habrá segunda parte, que no sé por qué aguanto todo esto.

Recojo mis cosas (pocas), el coche está lejos, el barrio es solitario.

En cuanto salgo a la autopista, la luna me sorprende; está anormalmente grande. Hace tiempo que he dejado de saber en qué fase está la luna en cada momento. Cuando voy por Sabadell llama. Descuelgo porque si no no dejará de llamar hasta que le responda y acabará por ponerme nervioso

- ¿Cómo estás?, pregunta.

Y por primera vez en mucho tiempo siento que todo se ha acabado y respiro.