miércoles, 2 de junio de 2010

La luna y la autopista


- ¿Me quieres? pregunta ella
- Sí, claro que te quiero, respondo
- Pero ¿cómo Romeo a Julieta o como el sarpullido a la mano que le rasca?
- Esa pregunta tiene trampa ¿verdad? Ninguna de las dos cosas, supongo. Es todo mucho más egoísta. Me caes bien, me siento bien cuando estás, quiero tenerte a mi lado por esos dos motivos.
- Eres un panoli, dice ella entornando los ojos como si estuviese examinando algo que daña a los ojos.
- Probablemente lo soy. ¿Tú eres todo lo contrario?
- Yo soy real, vivo del mundo real, donde las facturas no se pagan solas, dice estirando la espalda hacia arriba.
- A ver si te crees que a mí las facturas me las paga el espíritu santo. En la vida no todo es pagar factuas y salir a la montaña a olvidarte de las facturas que tienes que pagar. Además, me río de tus problemas económicos. Has estado ganando más de 70.000 al año durante bastantes años. No llevas una vida de lujos. ¿Ves? ya has conseguido que acabemos hablando de eso. Luego dices que soy yo el saca el tema.
- No hablemos más del tema, dice mirándome con el desprecio con que pagan los listos a los pobres idiotas.
- ...
- ¿Qué haces ahí mirándome?
- Nada, y pienso si no le habrán implantado un motor de nevera en lugar de un marcapasos.
- Me molesta cuando te quedas así, sin decir nada, dice con algo de rabia.
- Has dicho que no hablemos más del tema. ¿Qué esperas?¿ Que saque yo uno al azar, como en el trivial?
- Cuando te pones así, te daría de hostias.
- ... , pienso mientras callo que la violencia tiene algo más que manos a su servicio.

Se levanta y se va a la cocina, recoge la bandeja con los restos de la comida, me dan ganas de salir corriendo. Me levanto, recojo el mantel y lo doblo con extrema pulcritud, como si al juntar perfectamente las esquinas conjurara a un dios prehistórico que hiciera que las cosas salieran bien.
Cuando me doy la vuelta está bajo el marco de la puerta observándome.

- Los he visto más rápidos, dice con los brazos cruzados.
- ¿Tanta prisa tienes? pregunto
- No quiero que te quedes esta noche, me dice.

Son las once, vivo a setenta kilómetros. Sé que es una pataleta y que a medio camino me llamará para pedirme perdón y hablaremos durante el resto de camino a casa de eso que no sabe qué le pasa. Y mientras, yo haré como que no sé que obviamos al otro, que el fin de semana volveré a quedarme en casa mientras ella sale con él a caminar, que no hay ni habrá segunda parte, que no sé por qué aguanto todo esto.

Recojo mis cosas (pocas), el coche está lejos, el barrio es solitario.

En cuanto salgo a la autopista, la luna me sorprende; está anormalmente grande. Hace tiempo que he dejado de saber en qué fase está la luna en cada momento. Cuando voy por Sabadell llama. Descuelgo porque si no no dejará de llamar hasta que le responda y acabará por ponerme nervioso

- ¿Cómo estás?, pregunta.

Y por primera vez en mucho tiempo siento que todo se ha acabado y respiro.


2 comentarios:

  1. Retén ese oxigeno en los pulmones, Al, no lo sueltes hasta que sientas que de verdad vuelas..


    ;)

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  2. Al final, Hoba, salí volando. Gracias por aguantarme mis excentricidades. TQM

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