domingo, 6 de junio de 2010

Agridulce venganza


Soy malo. Me gustaría que me gustase ser bueno, pero soy de lo peorcito que conozco. A veces me arrepiento de ello pero enseguida me arrepiento de haberme arrepentido. Es lo bueno se ser católico, que siempre tienes la opción de volver al punto de partida.

El caso es que esta semana fui al congreso de líderes de la mediterránea. Aún no sé por qué me dejaron entrar, probablemente debe haber por ahí un director general de yo qué sé todavía preguntándose cómo es que no le han dejado entrar si había confirmado su asistencia. Canapés de caviar de alguna especie de pez en extinción regado con los lixiados de algún cafetal explotado por niños esclavos. Malditos cabrones con sus trajes y sus maletines y sus jóvenes secretarias y sus dietas desorbitadas. El mundo es un gran desequilibrio, un jodido e injusto desequilibrio.

Pero no quieron entrar en detalles. No he venido a hablar de esa panda de vividores, lo que quiero contar es que me quedé a dormir en casa de ella, que pactamos que yo dormiría en el sofá y todo eso. Pero no contaba con que yo conocía un vino que la podía volver loca. Como así fue. Y ella me buscó y empezamos a hacerlo en el sofá y yo le dije que mejor íbamos a su cama y ella insistía que no. Y entonces lo supe. Supe que el otro ya había estado en esa cama y que ella no quería mezclar "sentimientos". La dejé a medias, me fui al baño y cerré la puerta. En uno de los cajones estaba mi cepillo de dientes escondido pero había otro. Ese otro que yo le pregunté que porqué compraba dos y ella me dijo que porque estaban de oferta. Lo destapé y lo olí. Olía a pasta de dientes. No sé que me pasó por la cabeza pero el caso es que me meé en ese cepillo y luego lo sequé un poquito, lo volví a tapar y regresé a dormir al sofá.

He de decir que yo sabía que al contacto con la urea, la pasta de dientes haría reacción (no inmediata) y que aprovechando el vapor de eucalipto, esa inmundicia le llegaría a todos los rincones de su boca. El tipo no notaría nada hasta al cabo de unos segundos, cuando ambos componentes crearan un polímero de baja densidad (pastoso y caliente) que acabaría teniendo la textura del plástico fundido. El interfecto, al notar eso bebería agua (probablmente fría) y eso sería peor, porque el plástico se haría retráctil pegándose como el pegamento allí donde pillara. Si lo hicera con agua caliente, se enjuagaría y ya está. Pero guapo, haber estudiado. Ahora sólo me quedaba esperar.

Esta mañana me llama. "Oye, ¿tú no habrás hecho nada al cepillo de dientes (gracias, dios por este instante de supremo placer) que utiliza mi madre (... mierda) cuando se queda a dormir en mi casa, verdad?"

Soy un cabrón lo reconozco, pero no un cobarde, cuando hay que asumir responsabilidades las asumo y punto, no se hable más. "¿Yo? ¿pero por quién me has tomado? con lo que me quiere tu madre. A saber qué birria de cepillo le habrás comprado".

"Bueno, no sé qué pensar, Álvarez, todo esto no me huele bien" (jeje, tiene que oler mal de cojones). "Que sepas que lo llevaré a un laboratorio y como tengas algo que ver no pararé hasta verte entre rejas" (joder, sí que le dolió que la dejara a medias).

"Haz lo que quieras, tengo la conciencia tranquila" (no sé si tú puedes decir lo mismo).

"Adiós, tarado"

"Adiós, princesa" (hija de la gran...)

4 comentarios:

  1. Dios mío, no puede ser verdad!
    Gracias por hacerme reír (siento que una madre haya tenido que ser maltratada durante el rodaje de este post)

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  2. spot? documental, querrás decir. Basado en hechos reales.

    Lo que no se ha producido (aún) es la llamada telefónica pero el mal ya está hecho. Si algún día me encuentro por la calle a la parejita cogidos de la mano... sentiré tanto placer!

    (coño, me he emocionado, ¿pués no estoy llorando de alegría?)

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  3. espero que estés en vias de superación...

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  4. ¡Bien!
    Es de esas cosas terapéuticas al máximo que todo el mundo debiera hacer para purgarse.

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