lunes, 28 de junio de 2010

Soy, de largo, el tío más tonto del mundo (3)


... y empiezo a sospechar que, además, me debe de gustar porque si no, no lo entiendo.

Quedo para comer con ella. Hablamos, reímos, me dice que me quiere, me llamó ayer por la tarde, volvía de la playa, iba a ver a unas amigas comunes.

Después, casi cuando nos íbamos a ir, me dice que estuvo en la playa con el otro. Le digo que me parece bien, que puede hacer con su vida lo que le dé la gana. Me dice que me quiere. Luego salgo, el día se estropea, nubes negras amenazan lluvia y complen su amenaza. Llueve. Soy incapaz de soportar esta lluvia.

Esta tarde sale del trabajo, me llama para contarme una de sus cosas, una chorrada, algo que compartimos hace tiempo y que aún no le ha llegado. Le asesoro, le digo que haga algo, lo hace, se le soluciona le problema. Me dice que me quiere.

Me dice que me llamará más tarde. No llama, la llamo, dos veces. No me coje el teléfono. Se me queda cara de tonto.

No entiendo cómo puedo ser tan tonto.

La odio.

jueves, 24 de junio de 2010

Tes tistres tigues


Ayer Díaz Ayuso se tragó media docena de clips de forma accidental (se los metí yo mientras dormía a pierna suelta en su sillón de la oficina). Díaz Ayuso suele aprovechar el tiempo que le sobra del descanso que tenemos para comer para echar una cabezadita. Generalmente se sienta en el sillón con una pierna encima de un apoyabrazo y se estira con la cabeza hacia atrás con la boca abierta. Lo habitual en mí es aprovechar esa media hora para dar un paseo por el distrito pero ayer tuve que hacer una oferta para entregarla a primera hora de la tarde.

Pero cuando ví a Díaz Ayuso allí, como una canasta de baloncesto esperando a que yo comprobara como estaba mi muñeca, no pude resistirlo. Diecisiete de cincuenta, un treinta y cuatro por ciento, no está mal. Cuando Díaz Ayuso se despertó y se sacució (entre gestos de extrañeza) los clips que tenía sobre el cuerpo como el que se quita las migas de pan después de haberse comido un bocadillo, me miró para decirme algo, algo que nunca llegó a pronuniciar porque yo le corté diciéndole:

- El mariscal de campo quería verte en su despacho hace veinte minutos.

_ ¿Qué querrá esa hija de puta sin educación ni sentimientos? Si no fuera porque la empresa es de su tío, te digo que ésta no estaría aquí y mucho menos de directora general en cualquier empresa. ¿Te ha dicho qué quiere?

_ Sí, por lo visto está obligada por ley a comunicarnos que ha puesto micrófonos y cámaras ocultas por toda la oficina. Es que es tan noble para tener tanto liderazgo. ¡Qué gran mujer!_ dije a voz de grito

Díaz Ayudo se levantó con los ojos muy abiertos y salió corriendo al despacho de nuestra general en jefe, a partir de ahora, Ana.
Al cabo de dos minutos volvió y me miró con sospecha.

_ Álvarez ¿Estás seguro que oíste que quería verme?

_ Creo que sí. No sé, como últimamente vuelvo a oír voces dentro de mi cabeza...

_ ¿Aquellas que te decían que nos tenías que matar a todos?

_ No, esas no, otras. Desde que me subieron el sueldo al doble y me rebajaron las horas a treinta semanales aquella ya no las he vuelto a oír.

Al cabo de dos horas, Díaz Ayuso me dijo que se iba a casa, que no se encontraba muy bien mientras se ponía la mano en la tripa.

_ Tú tranquilo, véte a casa que yo te acabo lo de la oferta esa para Gadaffi.

_ Gracias, Álvarez, eres un compañero. Sólo hay que repasarla para que no haya ningún error y enviarla.

Al bajar por las escaleras que dan a la calle, podía oír el tintineo de los clips al chocar entre sí dentro del cuerpo de Díaz Ayuso y cómo de vez en cuando se paraba, daba salititos para comprobar si ese sonido venía de dentro de él. Una vez llegó a la certeza de que se había convertido en un sonajero humano, salió a la calle en dirección al metro, provocando la admiración (todo el mundo se giraba para observarle mejor) del barrio financiero de Barcelona.

Una vez dejé de oírlo, me acerqué a su mesa y dije en voz alta, casi gritando:

_ ¡Pero si ya tenía la oferta hecha. Sólo hay que enviarla por mail!

Luego modifiqué los datos de la oferta y multipliqué el precio final por dos. Si mañana el mismo presidente de Libia no llamaba en persona para preguntar que si nos estábamos cachondeando de él sería un milagro.



Esta mañana me ha llamado Díaz Ayuso a casa.

- Oye, Álvarez, ¿tú no sabrás nada de unos clips en mi estómago?

_ ¿Yo? ¿Pero por quién me has tomado? Ya te he dicho muchas veces que comes demasiado deprisa, que tienes que masticar bien la comida. Si me hicieras caso no te pasarían esa clase de cosas.

_ No sé, no sé. Que no es que me queje, la verdad. Llevo toda la mañana cagándolo todo bien clasificadito, eso es cierto, pero resulta todo esto muy extraño ¿no crees?

_ No le des más vueltas y no ahorres tanto en comida, que luego mira lo que te pasa.

_ Sí, eso es verdad. Oye, por cierto, esta mañana me ha llamado Ana, que se ve que la ha llamado Gadaffi en persona. Me ha dicho que porque hoy es fiesta pero que mañana sin falta me presente delante de ella y a primera hora.

En ese momento, yo estaba a punto de explotar de placer.

_ ¿Y te ha dicho para qué quiere verte?

_ Sí, por lo visto ayer me equivoqué al poner la cifra de venta y puse el doble. Han aceptado la propuesta, tendremos un beneficio del ochenta por ciento. Bueno, por lo visto ha llamado Gadaffi y ha dicho que si le hacíamos el cinco por ciento de descuento nos hacía la transferencia hoy mismo. Y Ana le ha dicho que sí pensando que era el precio antiguo. Creo que quiere felicitarme. Ya ves cómo es la vida, Álvarez, por una parte cago clips pero por otra parte acabo de ganarme una comisión extra de cien mil euros. Gracias por enviarla, que me ha dicho Ana que le consta que estaba acabada por mí. Bueno, te tengo que dejar, voy a ver si me organizo un viaje con ese dinero, no sé, una vuelta al mundo o algo así.

Y colgó.

sábado, 19 de junio de 2010

Adiós, ojitos azules



Cuando la llamé para quedar con ella y ella me dijo que sí tuve una intuición de esas de las mías, la intuición de que me metía en un lío. Lo supe porque es posible que a los siete segundos de conocerla ya tenía claro que era mi tipo. Y es que hace mucho tiempo que sé que mi tipo es, precisemante, lo menos adecuado para mí. Probablemente lo que ocurrió es que a los veinte segundos de conocerla había olvidado lo que había pensado en los primeros siete.

Si de algo me ha servido estar con ella es que ahora tengo mucho más claro cuáles son mis defectos, tanto físicos como de personalidad. Cada vez que hablamos saca algo de eso, cada vez que nos llamamos por teléfono es un reproche más, ya vale de machacarme, le digo. No entiendo por qué si ella me pidiera volver lo haría con los ojos cerrados. No sé por qué. No lo entiendo, sinceramente.

Creo que es hora de hacer caso a Amanda y empezar a tomar distancia emocional. Siempre había creído eso de que el tiempo y la distancia es el olvido. Pero hay que empezar poniendo distancia. Ella ya está lejos, ahora me toca dar media vuelta a mí.

Desgraciadamente sólo sé hacerlo de una forma.

viernes, 18 de junio de 2010

Fresco



Comí con ella. Nos devolvimos algunas cosas, las suficientes como para dejar zanjados los asuntos más importantes, para dejar de echarnos abono el uno al otro durante un rato y recordar algunas cosas buenas. Me da miedo que un día sólo me queden las cosas buenas de ella porque ese día la echaré de menos y si en algo pongo empeño ahora es en echarla de más.

Comimos a su gusto. Yo no tenía hambre, deduje que porque cuando estoy furioso y no es el momento de expresarlo se me cierra el estómago. Hablamos como si tal cosa, yo no quise hacer preguntas. Es esencial no hacer preguntas cuando no quieres saber. Ante la ignoracia lo mejor es la indolencia, es decir "ni lo sé, ni me importa" lo que ella haga en su nueva vida, sólo quiero mantenerme fuera de su alcance, en unas aguas internacionales desde donde no se distingan las figuras a lo lejos.

Dicen que estar enamorado de alguien es esperar. Esperar a que llame, esperar a que sea la hora de llamar, esperar un sms, un correo, es esperar que ocurra algo que nos inunde, es esperar que ocurra algo que nos aniquile. Yo sigo esperando, maldita sea, lo confieso, a que diga que se le ha pasado, a que diga que estaba confusa. Sigo esperando; al final, Alvarez, vas a acabar siendo el peor monstruo de todos, un monstruo que siente, no! esto último lo niego rotundamente, esto último no debe constar en acta y el jurado no lo debe tener en cuenta.

Para no sentir lo mejor es no continuar, por eso dejaré aquí todo eso de que hoy la ví con la excusa de devolvernos las cosas importantes que nunca debimos dejar en casa del otro. Y sí, sé lo que estáis pensando, que a parte de las cosas importantes también quedan las cosas poco importantes que se dejan para otro día, días que ya se sabe, son mucho más sospechosos de ser excusas que cuando te devuelves lo esencial. Quizá en una de esas me acabe devolviendo el corazón dentro de la caja de mi CD de Serrat.

No contemplo la posibilidad de que eso vaya a ocurrir en breve. Lo del CD de Serrat, digo.

miércoles, 16 de junio de 2010

El monsturo bajo el agua


Soy un mal bicho. Tengo la lengua venenosa, las zarpas de un oso, los dientes de un aligator. Quizá no soy siempre así, quizá sólo lo hago cuando me veo acorralado. He hecho mal las cosas, soy consciente de ello.


No soy un hombre que pueda vivir en compañía de otros hombres, no sé vivir en pareja, no soporto la presión de no ser quien quieren que sea. Soy como la gota de fairy que cae sobre la superficie del agua de lavar los platos.


Llamé a este blog El monsturo bajo el agua porque es lo que soy, un monstruo porque me siento herido, bajo el agua porque componen siete octavas partes de mi ser.


Doy por bueno todo lo que me pasa y admito que gran parte de todo lo que ha pasado lo he provocado yo. No soy víctima de nada ni de nadie que no sea yo mismo. No me voy a castigar por ello ni creo que el mundo me castigue.


Admito que estoy mejor acompañado pero también que los demás están mejor sin mí. A veces es mejor irse del todo, no quedarse a ver cómo todo se va a la mierda. A veces es mejor ser lo suficientemente egoísta como para no darle una segunda oportunidad a nadie.


Hoy me ha llamado. Sé que la hice sentir mal el otro día. Me jode ser un animal que hiere, ser ese monstruo que se despierta. Este blog, escondido a los ojos de ella, es posiblemente mi única buena acción en muchos años.


Puede que a veces te haga dudar, puede que en ocasiones te haga creer que soy hasta un tipo simpático. Entonces recuerda que existe un monstruo y un océano infinito donde esconderse. Recuerda Mr. Hyde tuvo un momento lúcido y te habló de que el Dr. Jekyll era sólo una cohartada.


Tengo el corazón enyesado, tengo el alma en venta.


domingo, 13 de junio de 2010

Lo que faltaba



Y apareció Lola. Quiso que nos viéramos. Y yo pensé "todas menos Lola, cualquiera menos ella". Lola, lolita; tan joven entonces como turbadora su llamada de hoy. "Soy demasiado viejo para ti, mi niña" le dije. Ella me respondió que entonces le había dicho que era ella demasiado joven para mí, que ese cambio significaba algo, no sabía el qué, pero habían cambiado las cosas. "Yo ya no soy tan joven, tampoco creo que lo fuera entonces y tú no eres viejo, solamente te sientes así, y lo haces porque tienes miedo. El miedo te hace envejecer, Alvarez. ¿No quieres volver a tener veinticinco años?"

Es lista. Lola es un felino acostumbrado a cazar porqués y a devorar certezas. Si la dejaba hablar acabaría acorralado y estaría en sus manos. Si quedaba una sola vez con ella me hundiría en su embrujo como lo haría un elefante en un pozo de brea, lenta y asfixiantemente, dejaría de ser yo para ser parte de su mundo. No se le puede decir que no a Lola, a su seguridad y a su firmeza, a su belleza descomunal, insultante, infernal e inevitable, una belleza que es como la silla eléctrica de un museo: te dicen que no te pasará nada si te acercas pero nunca acabas de fiarte del todo.

Me moría de ganas de tenerla delante, de abofetearla por haber entrado en mi vida precisamente ahora que la necesitaba para olvidar otra piel, otros ojos, otra boca. Dicen que un clavo saca otro clavo, pero Lola haría arder toda la madera. Yo lo sabía, lo sabía como sé que seré débil y quedaré con ella un día de éstos.

Lola, lolita. A tu lado me siento el hombre más viejo del mundo. A tu lado me siento el hombre más afortunado del mundo. Esta vez voy a hacer las cosas bien. Esta vez no lo tendrás tan fácil.

viernes, 11 de junio de 2010

Improductividad I: Café de media tarde


Ayer quedo con RT para tomarnos un café. Me pregunta qué me pasa. Se lo cuento. Me dice las siguientes palabras, sabiduría en conserva que sólo los amigos íntimos (o los que tienen muy buena memoria) son capaces de destapar en el momento adecuado. "Recuerdo que me dijiste que era una mujer difícil y que la convivencia con ella era poco menos que imposible, un estar alerta constante, una guerra larga que se pierde por la desidia de uno de los dos bandos. Pregúntate qué pasaría si volviérais a estar juntos, qué sucedería, si todo cambiaría o si volverías a tener la misma sensación de ahogo, de querer salir corriendo. A tí lo que en realidad te molesta es que se vaya con otro y que ese otro signifique que tú no vales lo suficiente para ella. No deberías poner en tela de juicio tu valía porque una rubia caprichosa busque algo que no sabe lo que es ni que creo que nadie tenga."

Miro por la ventana, sin mirar hacia ninguna parte, sin saber de dónde ni hacia dónde el viento se lleva las nubes. "¿Sabes? El problema no es ella, el probela eres tú" continúa. "El problema es que tú tampoco eres una persona fácil. Tienes demasiada imaginación, y a veces eso hace que obvies la realidad. Quiero decir que, a veces, eres capaz de seguir adelanta con algo que, a todas luces, no te conviene y parece como si cambiaras la historia, como si dentro de tí encontraras un sentido a lo que hacen los personajes y eso lo justificase todo. ¿Sabes? no todo el mundo es una pobre huerfanita o alguien que la vida lo ha tratado mal y por eso actúan de una forma u otra. Deja de justificar a la gente que no te trata bien. Es como tratar de justificar a la electricidad después de que hayas metido los dedos en un enchufe. Le das demasiadas vueltas a las cosas y, a veces, las cosas son como son y no podemos cambiarla y adaptarnos a ellas, simplemente, no funciona".

El café se enfría en el vaso, mi corazón se acelera mientras lo escucho, se acelera porque, en parte, tiene razón.

"El mundo no se acaba en ella, no la conviertas en un Everest que escalar y que cuando llegas a la cima, tienes que abandonar de inmediato porque es un lugar inhóspito. No te obsesiones. Piensa que es mejor así porque te va a agotar las pocas fuerzas que te quedan. Y tienes otras cosas en qué pensar, tienes algo real por lo que seguir adelante. Y si no lo tienes, invéntatelo. Te echará de menos ella mucho más de lo que tú crees, y probablemente, más de lo que ella cree. ¿Sabes? Eres un gran tío, eres el tío más divertido que conozco y uno de los más inteligentes, y puedes tener a la chica que quieras. Por el amor de dios, Alvarez, a veces pienso que te gusta machacarte porque tienes miedo a desarrollar todo eso. Sal ahí fuera y deja de ponerte palos en las ruedas."

"Tienes razón" le digo.

"Vale, pero antes de salir, paga tú el café, que me he dado cuenta de que he salido de casa sin dinero".

jueves, 10 de junio de 2010

Cansado de ti



Llego al garito desde donde me ha llamado. En un sitio caro, en la parte alta de la ciudad, lejos de las cloacas de los barrios cerca del puerto. En los años setenta, aquí venían los hijos de las casas con solera o adineradas. Eso acabó hace mucho tiempo, ahora sólo es un bar de diseño con vistas a Barcelona y lo frecuentan desubicados con ínfulas de algo que ni ellos mismos saben definir porque ni tan solo calzan una imaginación, y ya no digamos una educación, que les permita intuirlo.

María está el fondo de la barra, tratando de sonreír a tres tipos sórdidos que visten trajes caros y apretados y que llevan camisas de colores más abyectos aún que ellos, abiertas para dejar a la vista cordones de oro probablemente fundidos con parte de las reservas de un país nacido hace muy pocos años por y para el contrabando.

Me ve y me sonríe, su cara se relaja, deja de sonreírles a ellos. Dos de los hombres se giran hacia mí mientras el otro sigue fijo en María, el más viejo de ellos le dice algo al oído al más joven. Calculo que debe de tener unos veinticinco años. El muchacho me corta el paso, me pone la mano en el pecho y me mira con desprecio: la pose de portero de discoteca imitando a un guardaespaldas. Le digo que he venido a buscar a la señorita, que la esperan en casa y él ni se inmuta; no conoce mi idioma, probablemente ni siquiera sepa el suyo.

Le aparto la mano de mi pecho y lo empujo con fuerza apartándolo de mi camino, tropieza con una mesita y una silla baja, pierde el equilibrio, oh qué sorpresa. El hombre que le dijo al oído algo al muchacho da un salto desde el taburete en el que está sentado. Antes de que su pies toquen el suelo una fuerza superior a su caída lo levanta del suelo por encima de la barra. Esa fuerza superior tiene que ver con un gancho de derecha en su mandíbula y conmigo.

El chico se me acerca, se cubre como lo haría un boxeador profesional si estuviera borracho, tuviera parkinson o no hubiera ganado nunca un combate limpio. Finta a la derecha y luego a la izquierda torpemente y sin ritmo pero con una seguridad en la mirada que cualquiera que lo tuviese en frente sabría que le va a costar un buen disgusto. No se puede estar seguro de unos movimientos tan mediocres, finta a la derecha de nuevo, hace un amago, me finta otra vez a la derecha. Lo más probable es que piense que un viejo como yo sea infinitamente más lento que él. Creo que tiene razón.

Cuando intenta fintarme hacia la izquierda yo ya hace una eternidad que soltado el puño hacia un lugar común, un lugar donde se encontrarán su cara y el jucio final donde pagará en demasía tanta estupidez. No lo ve venir, cuando se da cuenta y los músculos de su cara empiezan a crear el boceto de un gesto de sorpresa, un ruido sordo como el de un bala atravesando un plato de porcelana resonará en algún lugar recóndito de su conciencia. No creo que llegue a sentir dolor. Su cuerpo se desvanecerá como si a un androide, de repente, le hubieran cortado el suministro eléctrico que le mantiene de pie. ON/OFF. Su cerebro seguirá procesando lo que le llega a través de los ojos pero ya no podrá entenderlo, tampoco entenderá como se ha convertido, de repente, en un espantapájaros al que, como por arte de magia, le han robado la percha que lo sujeta. Me mirará mientras cae y no podrá ni siquiera odiarme.

Noto los huesos de su cráneo al quebrarse contra mis nudillos. No siento nada más, sólo la presencia de María y su orgullo, no de que haya acudido a su rescate de nuevo sino un orgullo propio, como si ella hubiera derrotado personalmente a los dos esbirros del tipo que tiene delante. Le tiendo la mano. María extiende el brazo como si un gigante fuera a besarle la mano. Noto el tibio tacto de sus dedos. Viene hacia mí sin dejar de mirarle exhibiendo su triunfo ante él.

Salimos del bar. "Has tardado mucho" me dice

"El día menos pensado no podré venir y a ver qué haces" le digo.

miércoles, 9 de junio de 2010

Soy, de largo, el tío más tonto del mundo (2)



Esta mañana me llama, para recordarme que era el cumpleaños de MS. Una excusa como otra cualquiera. Me echa de menos en su día a día, echa de menos mi voz. Al final me acaba diciendo que el domingo fueron al cine unos cuántos amigos, supongo que entre ellos está el otro. Ato cabos, cabos con los que me haría una soga si sigo sacando conclusiones.

Por la tarde la llamo, me sentí culpable por haberla cortado tan secamente por la mañana, me dice que no se encuentra bien, que está triste, que una cifra de seis dígitos como despedida y encontrar otro trabajo al cabo de tres semanas de haberla despedido la tienen sumida en un estado de ánimo deplorable. Reconozco que siento algo de compasión hacia ella, una compasión que ella no tuvo cuando me dejó en el peor momento económico y de autoestima de mi vida.

Soy un blando. 23:00 la llamo, no me coge el teléfono. Debe de estar hablando. 23:15 tampoco me lo coge. 23:30 idem. 23:58 soy un gilipollas del tamaño de Groenlandia. Y yo que pensaba "joder, está triste y yo voy y me alejo cuando peor lo está pasando"

Y una mierda.

No le pienso coger el teléfono nunca más en la vida.

¿Por qué seré tan tonto?

Y sobre todo ¿por qué siempre me pasa lo mismo?

martes, 8 de junio de 2010

Uno solo



Si me echaras de menos me llamarías, me escribirías, entrarías en mi blog a escondidas pero sé que no lo haces. No me echas de menos, quizá añores la costumbre de hablarnos por teléfono o de las mañanas luminosas, pero no a mí. Hace tiempo que lo sabes y hace tiempo también que dejó de importarte. No sabría qué decirte, así, si te tuviera delante, no sabría qué hacer para que no te dieras cuenta de que sigo queriéndote.

Me molesta (al principio me enfurecía pero cada día que ha pasado he ido disminuyendo el temblor de mis dientes) que me hayas devuelto al extrarradio de donde vengo, que tú, muñequita, me hayas sustituido por la solución más fácil (es decir, por otro) y que intentes robarme la poca dignidad que me queda con un "quiero que seamos siendo amigos" y enumeras a los pobres bobos que accedieron a tenerte sin poder tenerte, a vivir una vida extraña de desearte sin deseo, a que la costumbre de estar a tu lado les apagara el ardor de la sangre.

Conmigo no va a pasar eso. Yo te voy a odiar hasta que se queme la vista de tanta ojeriza, no vas a encontrar en mí condescendencia. Tú crees que se me pasará y que dentro de unos días nos llamaremos o nos encontraremos casualmente en alguna comida de esas que organizan nuestros amigos comunes. Pero no se me va a pasar, muñequita, no me vas a domesticar como estás acostumbrada a hacer. No voy a pasar por donde tú quieres que pase.

Empieza a asumir que cuando elegiste, lo hiciste para siempre y que lo que entre tú y yo había, lo has roto definitivamente. Luego dirás que soy yo quien se aleja, ¿qué quieres? ¿que me quede a tu lado para cuando el otro no te comprenda? ¿para que tengas lo mejor de mí sin tener todo aquello que no deseas de mí?

No, muñequita, No soy dos, ni tres, ni cuatro personas. Soy uno solo. Uno solo para quedarse y uno solo para irse.

Y yo no sólo me he ido sino que ya he dejado de echarte de menos.

domingo, 6 de junio de 2010

Agridulce venganza


Soy malo. Me gustaría que me gustase ser bueno, pero soy de lo peorcito que conozco. A veces me arrepiento de ello pero enseguida me arrepiento de haberme arrepentido. Es lo bueno se ser católico, que siempre tienes la opción de volver al punto de partida.

El caso es que esta semana fui al congreso de líderes de la mediterránea. Aún no sé por qué me dejaron entrar, probablemente debe haber por ahí un director general de yo qué sé todavía preguntándose cómo es que no le han dejado entrar si había confirmado su asistencia. Canapés de caviar de alguna especie de pez en extinción regado con los lixiados de algún cafetal explotado por niños esclavos. Malditos cabrones con sus trajes y sus maletines y sus jóvenes secretarias y sus dietas desorbitadas. El mundo es un gran desequilibrio, un jodido e injusto desequilibrio.

Pero no quieron entrar en detalles. No he venido a hablar de esa panda de vividores, lo que quiero contar es que me quedé a dormir en casa de ella, que pactamos que yo dormiría en el sofá y todo eso. Pero no contaba con que yo conocía un vino que la podía volver loca. Como así fue. Y ella me buscó y empezamos a hacerlo en el sofá y yo le dije que mejor íbamos a su cama y ella insistía que no. Y entonces lo supe. Supe que el otro ya había estado en esa cama y que ella no quería mezclar "sentimientos". La dejé a medias, me fui al baño y cerré la puerta. En uno de los cajones estaba mi cepillo de dientes escondido pero había otro. Ese otro que yo le pregunté que porqué compraba dos y ella me dijo que porque estaban de oferta. Lo destapé y lo olí. Olía a pasta de dientes. No sé que me pasó por la cabeza pero el caso es que me meé en ese cepillo y luego lo sequé un poquito, lo volví a tapar y regresé a dormir al sofá.

He de decir que yo sabía que al contacto con la urea, la pasta de dientes haría reacción (no inmediata) y que aprovechando el vapor de eucalipto, esa inmundicia le llegaría a todos los rincones de su boca. El tipo no notaría nada hasta al cabo de unos segundos, cuando ambos componentes crearan un polímero de baja densidad (pastoso y caliente) que acabaría teniendo la textura del plástico fundido. El interfecto, al notar eso bebería agua (probablmente fría) y eso sería peor, porque el plástico se haría retráctil pegándose como el pegamento allí donde pillara. Si lo hicera con agua caliente, se enjuagaría y ya está. Pero guapo, haber estudiado. Ahora sólo me quedaba esperar.

Esta mañana me llama. "Oye, ¿tú no habrás hecho nada al cepillo de dientes (gracias, dios por este instante de supremo placer) que utiliza mi madre (... mierda) cuando se queda a dormir en mi casa, verdad?"

Soy un cabrón lo reconozco, pero no un cobarde, cuando hay que asumir responsabilidades las asumo y punto, no se hable más. "¿Yo? ¿pero por quién me has tomado? con lo que me quiere tu madre. A saber qué birria de cepillo le habrás comprado".

"Bueno, no sé qué pensar, Álvarez, todo esto no me huele bien" (jeje, tiene que oler mal de cojones). "Que sepas que lo llevaré a un laboratorio y como tengas algo que ver no pararé hasta verte entre rejas" (joder, sí que le dolió que la dejara a medias).

"Haz lo que quieras, tengo la conciencia tranquila" (no sé si tú puedes decir lo mismo).

"Adiós, tarado"

"Adiós, princesa" (hija de la gran...)

miércoles, 2 de junio de 2010

La luna y la autopista


- ¿Me quieres? pregunta ella
- Sí, claro que te quiero, respondo
- Pero ¿cómo Romeo a Julieta o como el sarpullido a la mano que le rasca?
- Esa pregunta tiene trampa ¿verdad? Ninguna de las dos cosas, supongo. Es todo mucho más egoísta. Me caes bien, me siento bien cuando estás, quiero tenerte a mi lado por esos dos motivos.
- Eres un panoli, dice ella entornando los ojos como si estuviese examinando algo que daña a los ojos.
- Probablemente lo soy. ¿Tú eres todo lo contrario?
- Yo soy real, vivo del mundo real, donde las facturas no se pagan solas, dice estirando la espalda hacia arriba.
- A ver si te crees que a mí las facturas me las paga el espíritu santo. En la vida no todo es pagar factuas y salir a la montaña a olvidarte de las facturas que tienes que pagar. Además, me río de tus problemas económicos. Has estado ganando más de 70.000 al año durante bastantes años. No llevas una vida de lujos. ¿Ves? ya has conseguido que acabemos hablando de eso. Luego dices que soy yo el saca el tema.
- No hablemos más del tema, dice mirándome con el desprecio con que pagan los listos a los pobres idiotas.
- ...
- ¿Qué haces ahí mirándome?
- Nada, y pienso si no le habrán implantado un motor de nevera en lugar de un marcapasos.
- Me molesta cuando te quedas así, sin decir nada, dice con algo de rabia.
- Has dicho que no hablemos más del tema. ¿Qué esperas?¿ Que saque yo uno al azar, como en el trivial?
- Cuando te pones así, te daría de hostias.
- ... , pienso mientras callo que la violencia tiene algo más que manos a su servicio.

Se levanta y se va a la cocina, recoge la bandeja con los restos de la comida, me dan ganas de salir corriendo. Me levanto, recojo el mantel y lo doblo con extrema pulcritud, como si al juntar perfectamente las esquinas conjurara a un dios prehistórico que hiciera que las cosas salieran bien.
Cuando me doy la vuelta está bajo el marco de la puerta observándome.

- Los he visto más rápidos, dice con los brazos cruzados.
- ¿Tanta prisa tienes? pregunto
- No quiero que te quedes esta noche, me dice.

Son las once, vivo a setenta kilómetros. Sé que es una pataleta y que a medio camino me llamará para pedirme perdón y hablaremos durante el resto de camino a casa de eso que no sabe qué le pasa. Y mientras, yo haré como que no sé que obviamos al otro, que el fin de semana volveré a quedarme en casa mientras ella sale con él a caminar, que no hay ni habrá segunda parte, que no sé por qué aguanto todo esto.

Recojo mis cosas (pocas), el coche está lejos, el barrio es solitario.

En cuanto salgo a la autopista, la luna me sorprende; está anormalmente grande. Hace tiempo que he dejado de saber en qué fase está la luna en cada momento. Cuando voy por Sabadell llama. Descuelgo porque si no no dejará de llamar hasta que le responda y acabará por ponerme nervioso

- ¿Cómo estás?, pregunta.

Y por primera vez en mucho tiempo siento que todo se ha acabado y respiro.