miércoles, 28 de julio de 2010

Mujer rubia


Oigo la puerta cerrarse. El silencio suena como un pitido dentro de mis oídos. Son las nueve de la noche y todavía el bochorno es insoportable en Barcelona. En la calle, diez pisos más abajo la gente abarrota las terrazas y agotan los barriles de cerveza. Si me asomara a la ventana la vería cruzar la calle por el paso de cebra, entrar en el parking de enfrente y vería salir su Toyota gris oscuro al cabo de un minuto.

Se ha levantado de la cama creyendo que yo dormía, se ha quitado de encima mi brazo convertido en peso muerto, y ha ido recogiendo la ropa del suelo desde la cama hasta la puerta. Luego se ha sentado en una silla y se ha ido vistiendo despacio, tal vez mirando mi cuerpo teatralmente inerte, de lado, encima de unas sábanas revueltas. Entonces ha sido cuando yo me he hecho el despierto, o tal vez debería decir que he despertado por segunda vez, ésta, abriendo los ojos y buscándola a sabiendas de que estaba sentada en la silla.

Se ha levantado y me ha mirado, ha intentado sonreírme, no había nada en sus ojos, no había ni siquiera un amorodio, no había un reproche, sólo había un "qué demonios estoy haciendo", sólo había una confusión, un no saber qué, cómo, ni cuándo, empezó todo esto. Puede que se sienta culpable aunque no lo creo, puede que esté pensando en qué le dirá a su marido para justificar llegar tan tarde.

Me estoy acostumbrando a ese tipo de miradas, a esas oquedades en las que debería haber un sentimiento en lugar de ese "me voy, no siento nada por tí. No lo volveré a hacer, quiero a mi marido, esto no ha ocurrido". Sí, me voy habituando a despedidas sin heridas que sangren, a coleccionar arañazos en la espalda, a que sólo le falte dejarme cien euros en el cuenco al lado de la puerta.

Ella regresa a casa con sus hijos adolescentes esperándola, a su marido que quizá la mire y no pregunte; y no sabrá, ella no sabrá, que daría media vida por llegar a casa y que alguien estuviera allí, que resulta una paradoja que hace sólo cuatro meses otra mujer me estuviera haciendo lo mismo a mí que ella a su marido, con el que me siento por igual solidario que culpable, mucho más de lo que sentirá ella, como sólo se puede sentir un engañado al traicionar a un desconocido pero tan igual a él mismo.

Y volveremos a vernos, y ella me dirá que no estuvo bien lo que hicimos, y en su tono de voz sabré que no había sido la primera vez y que, por el modo de apartarse el pelo de la cara, por la forma de jugar con los palillos japoneses volveremos a subir y follaremos con un ansia salvaje sospechosamente opuesta a la tristeza, esa que nos dejamos luego en lugar de los teléfonos el uno al otro, una tristeza que no le impedirá decir "te quiero" a otro hombre media hora más tarde, una tristeza que se irá cuando se quite por segunda vez las bragas (negras) y se ponga ropa limpia (blanca).

Y yo tal vez escribiré una entrada en el blog, y tal vez se me cierren los ojos y vea que es muy tarde y no alargaré mucho la historia. Una historia que no tiene sentido, algo en lo que ninguno de los dos está de acuerdo. Mañana la llamaré y le diré que mejor no nos vemos y ella responderá que sí, que es mejor que no nos veamos para luego convocarme a decírmelo cara a cara, para que todo empiece y termine de nuevo.

10 comentarios:

  1. Shhhhhhhh! silencio, cómo dice la canción "en la cama del amante la noche duerme poco pero se acuesta antes"
    Nada tiene sentido, ni siquiera nosotros mismos.
    Yo también te leo y también estoy.
    ¿Donde te mando las pulgas?

    Un beso.

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  2. Qué genial es poder justificarlo todo....

    A esta entrada tengo poco que decir, porque es muy bella (aunque muy negra) y cualquier cosa la estropearía. Adoro la belleza poética de las cosas, y hoy te adoro a ti.

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  3. Vámonos a tomar un café de arco iris, Al...

    (y a huir del bosque)

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  4. Las pulgas en paquetes de quinientas, con un letrerito que ponga "para inspección abrir por aquí" que les tengo yo una tirria a los de correos...

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  5. Todo se puede justificar. Absolutamente todo, Lore.

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  6. Cuando usted quiera, sra. Hoba, de cafés y arocoiris ando escaso, por lo que accedería gustosamente... a huir del bosque.

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  7. Estas vivencias tienen de todo, una alegria salvaje pero también una tristeza infinita por todo lo que pasa, lo que involucra y especialmente los sentimientos que corren, pero ... creo que una mujer casada que hace esto lo que más siente es asfixia porque está en una carcel de la que no puede salir (en ambos lados, no puede dejar su casa, los hijos, la rutina, etc. pero también estoy segura que se enamora del amante y le duele en el alma dejarlo).
    En fin, cosas ...

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  8. Pues no veo por qué ibas a huir, del Bosque es un señor muy humilde y muy trabajador...

    (Joder... me he ganado un azucarillo)

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  9. Tatiana, donde hay un "no sé que estoy haciendo" no caben ni el odio ni el amor.

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  10. Del Bosque es Leoncio Tristón, como en aquellos dibujos animados del león y la hiena de Hannah-Barbera. Y hay que ver qué flor tiene en el culo, el tío.

    Pues sí, te has ganado un azucarillo. Abre la boca y cierra los ojos.

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