jueves, 24 de junio de 2010

Tes tistres tigues


Ayer Díaz Ayuso se tragó media docena de clips de forma accidental (se los metí yo mientras dormía a pierna suelta en su sillón de la oficina). Díaz Ayuso suele aprovechar el tiempo que le sobra del descanso que tenemos para comer para echar una cabezadita. Generalmente se sienta en el sillón con una pierna encima de un apoyabrazo y se estira con la cabeza hacia atrás con la boca abierta. Lo habitual en mí es aprovechar esa media hora para dar un paseo por el distrito pero ayer tuve que hacer una oferta para entregarla a primera hora de la tarde.

Pero cuando ví a Díaz Ayuso allí, como una canasta de baloncesto esperando a que yo comprobara como estaba mi muñeca, no pude resistirlo. Diecisiete de cincuenta, un treinta y cuatro por ciento, no está mal. Cuando Díaz Ayuso se despertó y se sacució (entre gestos de extrañeza) los clips que tenía sobre el cuerpo como el que se quita las migas de pan después de haberse comido un bocadillo, me miró para decirme algo, algo que nunca llegó a pronuniciar porque yo le corté diciéndole:

- El mariscal de campo quería verte en su despacho hace veinte minutos.

_ ¿Qué querrá esa hija de puta sin educación ni sentimientos? Si no fuera porque la empresa es de su tío, te digo que ésta no estaría aquí y mucho menos de directora general en cualquier empresa. ¿Te ha dicho qué quiere?

_ Sí, por lo visto está obligada por ley a comunicarnos que ha puesto micrófonos y cámaras ocultas por toda la oficina. Es que es tan noble para tener tanto liderazgo. ¡Qué gran mujer!_ dije a voz de grito

Díaz Ayudo se levantó con los ojos muy abiertos y salió corriendo al despacho de nuestra general en jefe, a partir de ahora, Ana.
Al cabo de dos minutos volvió y me miró con sospecha.

_ Álvarez ¿Estás seguro que oíste que quería verme?

_ Creo que sí. No sé, como últimamente vuelvo a oír voces dentro de mi cabeza...

_ ¿Aquellas que te decían que nos tenías que matar a todos?

_ No, esas no, otras. Desde que me subieron el sueldo al doble y me rebajaron las horas a treinta semanales aquella ya no las he vuelto a oír.

Al cabo de dos horas, Díaz Ayuso me dijo que se iba a casa, que no se encontraba muy bien mientras se ponía la mano en la tripa.

_ Tú tranquilo, véte a casa que yo te acabo lo de la oferta esa para Gadaffi.

_ Gracias, Álvarez, eres un compañero. Sólo hay que repasarla para que no haya ningún error y enviarla.

Al bajar por las escaleras que dan a la calle, podía oír el tintineo de los clips al chocar entre sí dentro del cuerpo de Díaz Ayuso y cómo de vez en cuando se paraba, daba salititos para comprobar si ese sonido venía de dentro de él. Una vez llegó a la certeza de que se había convertido en un sonajero humano, salió a la calle en dirección al metro, provocando la admiración (todo el mundo se giraba para observarle mejor) del barrio financiero de Barcelona.

Una vez dejé de oírlo, me acerqué a su mesa y dije en voz alta, casi gritando:

_ ¡Pero si ya tenía la oferta hecha. Sólo hay que enviarla por mail!

Luego modifiqué los datos de la oferta y multipliqué el precio final por dos. Si mañana el mismo presidente de Libia no llamaba en persona para preguntar que si nos estábamos cachondeando de él sería un milagro.



Esta mañana me ha llamado Díaz Ayuso a casa.

- Oye, Álvarez, ¿tú no sabrás nada de unos clips en mi estómago?

_ ¿Yo? ¿Pero por quién me has tomado? Ya te he dicho muchas veces que comes demasiado deprisa, que tienes que masticar bien la comida. Si me hicieras caso no te pasarían esa clase de cosas.

_ No sé, no sé. Que no es que me queje, la verdad. Llevo toda la mañana cagándolo todo bien clasificadito, eso es cierto, pero resulta todo esto muy extraño ¿no crees?

_ No le des más vueltas y no ahorres tanto en comida, que luego mira lo que te pasa.

_ Sí, eso es verdad. Oye, por cierto, esta mañana me ha llamado Ana, que se ve que la ha llamado Gadaffi en persona. Me ha dicho que porque hoy es fiesta pero que mañana sin falta me presente delante de ella y a primera hora.

En ese momento, yo estaba a punto de explotar de placer.

_ ¿Y te ha dicho para qué quiere verte?

_ Sí, por lo visto ayer me equivoqué al poner la cifra de venta y puse el doble. Han aceptado la propuesta, tendremos un beneficio del ochenta por ciento. Bueno, por lo visto ha llamado Gadaffi y ha dicho que si le hacíamos el cinco por ciento de descuento nos hacía la transferencia hoy mismo. Y Ana le ha dicho que sí pensando que era el precio antiguo. Creo que quiere felicitarme. Ya ves cómo es la vida, Álvarez, por una parte cago clips pero por otra parte acabo de ganarme una comisión extra de cien mil euros. Gracias por enviarla, que me ha dicho Ana que le consta que estaba acabada por mí. Bueno, te tengo que dejar, voy a ver si me organizo un viaje con ese dinero, no sé, una vuelta al mundo o algo así.

Y colgó.

2 comentarios:

  1. Leñe Álvarez se parece al doctor House.

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  2. Esto me ha recordado a un (muy añorado) blog que yo seguía hace tiempo en el que el autor contaba una historia más o menos surrealista y, al finalizar, especificaba el tanto por ciento de realidad que contenía el post. Quizá tú podrías hacer algo parecido porque... ¡Me vas a matar a sobresaltos!
    (Sospecho que la edad me está volviendo hipersensible... o algo)

    25 de junio de 2010 12:54

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