jueves, 10 de marzo de 2011

Amor, sexo y patatas fritas

He aceptado de nuevo el trabajo para hacer las reseñas de películas porno. No resultó fácil, el director de la revista no creía que, después de despedirme, fuera oportuno readmitirme pero la calidad de mi trabajo le ayudó a hacerlo. "Eres extrañamente irónico. Deberías dedicarte al teatro y no a comentar pelis X".

"Necesito el trabajo" le dije.

"Necesitas el dinero" me dijo.


Volví a la misma oficina cutre y a los mismos horarios. No sabes lo duro que es ser crítico de cine hasta que has visto dos películas porno antes de las diez de la mañana... de lunes a viernes. Podría hacer este trabajo en casa pero acabaría con el alma desollada como la polla, así que la verdad, no me quejo. Trabajo ocho horas, escribo, y tomo café con otros compañeros de la oficina. Para ellos debo ser como el héroe, para ellas debo ser como el tío pervertido raro sin amigos. Creo que lo entenderé cuando llegue alguna cena de empresa y se desaten las lenguas. Mientras, hablo de fútbol con ellos, y hablo de casi todo con ellas.

Pero volvió a ocurrir. Fue en la segunda escena de "No creo que me quepa todo eso (3)". Mr. Bigz se la metía a India Summer con delicada violencia. Mr. Bigz, un negro chaparrito con una polla negra y gruesa como el tronco de una encina, el anuncio perfecto para esos mail de "alargue su pene", se estaba tirando a todo el starlet porno desde hacía años, había creado su propia productora y ganaba más dinero al año que todos los negros del mundo, incluido a Obama.

Hacía meses que Mr. Bigz estaba como desganado, sus escenas habían perdido el morbo y el deseo por tirarse a toda rubia, jovencita o participar en orgías, que se terciera. Las malas lenguas decían que no tardaría en retirarse y que, como tantos otros, se perderían en una mala vida, hedonista y derrochadora, de amigotes surgidos al tintineo de la riqueza, tipejos que lo veían como una máquina tragaperras de las que siempre tocan. Sin embargo, Mr. Bigz, en esa escena estaba realmente activo con India Summer, la morena y delgada madurita, con cara de buena gente, la que se había negado a operarse las tetas por muy pequeñas que las tuviera y por muchos papeles a los que hubiera renunciado por ello.

El interés de Mr. Bigz por India Summer me hizo volver a ver la escena una y otra vez, quería saber si aquella alegría era compartida. Visioné veinte escenas de India Summer con distintos parters durante el último año, la mujer desprendía un optimismo y una forma de entregarse idéntica a la escena con Mr. Bigz. Busqué en la hemeroteca las escenas entre ambos. Seis. Nada anormal (aparte del tamaño del miembro del ¿actor?).

Sin embargo, la escena de "No creo que me quepa todo eso (3)" tenía algo distinto. Lo comenté en la reunión junto a la máquina del café de las 10:15 y María dijo entre risas "igual se han enamorado".

Volví a ver la esena y esta vez me fijé en las miradas que se cruzaban entre ellos y las comparé con las que sembraban con otros actores y actrices y entonces lo ví. Lo ví clarísimamente, estos dos estaban incumpliendo las normas básicas entre los actores porno, no te enamores de alguien del sector. Y la otra norma (esta no escrita) "no te enamores nunca. De nadie".

A partir de aquel momento lo verdaderamente morboso era captar el cariño en las caricias, en las sonrisas, el sexo anal y oral (o los dos al mismo tiempo) que tenían entre ellos y ver, en las escenas que no hacían juntos, cómo cada uno se follaba al partner de turno deleitándose en el recuerdo de otro cuerpo y de otra sesión de hard sex.

(joder, qué burro me estoy poniendo).

En cuanto salía al mercado una cinta donde hubiera una escena entre estos dos, iba como loco a pedirla y me sentaba para pillarles en una mirada cómplice, en un "fuck me, oh, my god" verdadero. En las lágrimas de amor verdadero que le sobrevenía a ella cuando él le destrozaba su "ombligo" de atrás.



Se convirtió en mi obsesión, me los imaginaba cogidos de la mano, yendo a tomar un batido de proteínas después del rodaje, sus escapadas furtivas los fines de semana a una cabaña en la montaña, donde hacían el amor a oscuras y en silencio, sin cámaras y sin prisas, sin dinero de por medio, amor sin corrida en la boca final y sí con abrazo bajo las sábanas. Me los imaginaba haciendo planes para ir cuando se jubilaran a Atlantic City, en la decadencia de los cuerpos, en las arrugas y la piel no demasiado hidratada.

Y me imaginaba al negro chaparrillo y feo que en el colegio era rechazado por grotesco y a la espigada morena con pinta de canadiense paseando de la mano por los bulevares de Miami una vez hubieran pasados los buenos años del dinero fácil, me los imaginaba coordinando sus agendas para verse, donde los nombres de las ciudades se confundían con los de los compañeros de escena, hablando de fulanito o menganita, de lo majo que es tal o cual, de lo hijo de puta que son algunos, delante de un martini en una terraza.

Y el sexo a oscuras el domingo por la noche.

Y a los besos sin guión.



Un día, en la cuarta escena de "Hot Babysitter (12)" la escena transcurría en un trío con una jovencita de coletas doradas y ojos azules increíblemente claros. En un momento determinado, mientras Mr. Bigz se la metía de cara a la chiquilla, sus miradas se encontraron y Mr. Bigz sintió algo que le disparó algo más que la libido. India lo vio en sus ojos y algo dentro de ella se rompió. Acabaron todo según guión, pero India no quiso regocijarse en su sémen, miró a la chiquita de pelo de trigo y le dio un beso en la boca tan lascivo que casi dura más que el resto de la escena.

Y entonces lo supe. Supe que el amor no dura, que el amor es un accidente del que uno se acaba recuperando, y sentí cierta camaradería con India Summer, en los pocos años que le quedaban (por lo menos sin tener que operarse las tetas), en el desencanto de los domingos saliendo sola o con amigos, a la condena de los besos opcionales y a 100$ extras, a las patatas fritas de guarnición de la hamburguesa que siempre deja en el desforestado McDonalds de Sunset Bulevard, sentí la camaradería de los que piensan que el sexo sólo es eso que te hace sentir el alma en movimiento.

Que madurar era esto y es también poder tener, de nuevo, la esperanza y la certeza de que, como la lotería, a alguien le debe tocar, quién sabe, si el gordo. Porque a alguien le debe tocar, digo yo.

lunes, 7 de marzo de 2011

Los monos

Si los monos levantaran la cabeza...

Holandesita me dijo que sabía que volvería, que tarde o temprano mi ego acabaría ganando a mi pereza. Yo contuve un bostezo y la inercia de rascarme con una mano el culo y con la otra los huevos. Le dije, entre las lágrimas de haber reprimido el bostezo, que desconfiar de la agilidad, destreza y predisposición al trabajo de un Álvarez era como dudar de las matemáticas, la física y la química todo al mismo tiempo. Ella me miró divertida. Yo ya no pude aguantarme por más tiempo el bostezo.

Ni rascarme el culo.

Yo la amaba; la amaba bestialmente, preso de una pasión impredecible; la amaba como sólo aman las mascotas a sus amos, hubiera dado la vida por ella si me la hubiera pedido y yo estuviera en disposición de dársela, es decir, si en ese momento estuviera vivo y hubiera acabado de pagar mi hipoteca. Ella, por supuesto, me había dicho, como todas "yo te quiero pero sólo como amigo" y yo, como tantas otras veces, había intentado (sin éxito) suicidarme dando de merendar a mis sobrinos algo que llevara la etiqueta "verdura" o "pescado". Como el suicidio se me da bastante mal adopté la táctica que los maestros en el arte de la guerra llaman "del gusano asqueroso" y a mis cuarenta años acepté ser su amigo.

"Hasta Shrek tiene novia" me dijo un día mi gran colega Florencio. Yo le agasajé tan acertado comentario con un sartenazo en la cabeza (en la cocina) con una sartén antideslizante pero por la parte que contenía aceite hirviendo. Florencio se molestó y se fue de muy malos modos (gritando con los brazos en alto algo así como "que me matan"). Yo le abrí la puerta (o la ventana) y por allí salió como un pajarillo (el correcaminos) en busca de su destino. Los jueces dictaminaron que a Florencio se le daba bien el suicidio, mejor que a mí, por lo que me libré de la cárcel por "asesinubrio" y "por tenencia ilícita de un alma podrida".

Ella me llamó para decirme que salía con un troglodita antediluviano, probablemente devuelto a la vida por el mismo método que los dinosaurios de Jurassic Park, a mí me dio que se olvidaron de meterle en el cerebro o se "le" metieron por el culo y se quedó atascado en el intestino delgado y ahí lo dejaron. De eso hace ahora exactamente un año, la holandesita errante me llamó para decirme que era feliz y que yo era un mal amigo por no alegrarme.

Eres una hija de puta _ dije con gran dignidad

Estoy embarazada _ me dijo ella

Que te den por el culo, hija de puta (otra vez yo)

Que ignorante que eres, si te hiceran un exámen de ignorancia sacarías un cinco y medio.

Hay que reconocer que me había ganado, a esa respuesta era imposible rebatirla con un argumento con sentido. A esa ingeniosa frase sólo se le puede combatir meándose encima del interlocutor. Mearme en el auricular del teléfono me pareció una pérdida de tiempo (poética, eso sí, pero pérdida de tiempo al fin y al cabo).

¿Estás pensando en mearte en el teléfono?_preguntó.

Ignoro cómo podía conocerme tanto, ella también me amaba, ahora lo sabía, se había pasado todos estos meses conociendo lo que sentía mi alma, por eso me llamaba, porque quería darse una última oportunidad.

Qué bien me conoces, estoy impresionado, no imaginaba que me conocieras tan a fondo, yo tampoco he dejado de pensar ni un solo instante en ti. ¿Cómo has sabido lo que pensaba?_ dije.

Porque lo has dicho en voz alta, tarado. Siempre que pienso en que una vez (borracha) pensé en liarme contigo se me revuelven las tripas_ me dice con un deje algo que bien pudiera parecerse al cariño.

¿Se te revuelven las tripas? ¿Acaso sientes mariposas en el estómago?_ le pregunté yo.

Más bien cucarachas vivas en el estómago _ dijo ella.

Entendí que su amor por mí era un amor no aceptado por su subconsciente ni por el qué dirán de sus amigas, familia, vecinos, desconocidos, ascetas, sociólogos, psiquiatras, policía científica, cuerpo de bomberos, la humanidad en su conjunto, y entonces... mi amor se sintió redoblado y rejuvenecido.

Casémonos y huyamos a una lugar remoto y paradisíaco _ le dije.

Necesitas ayuda médica, Álvarez_ dijo su cándida alma a través de sus labios artificialmente esponjosos.

¿Eso significa un sí? _pregunté.

Colgó el teléfono. Me rasqué el culo y me meé en el teléfono que yacía inerte sobre la mesita de noche.
Volvió a llamar al cabo de cinco minutos. Cogí el teléfono con asco y me lo acerqué a la oreja pero separado de la cara.

Mira Álvarez,  creo que es mejor que dejemos de llamarnos_ dijo sin tener en cuenta que durante el último año habíamos hablado la friolera de dos veces. La de hacía cinco minutos y la de ahora.

Mira, holandesita, espero que tu niño tenga la cabeza igual de gorda que el padre. Y que prohíban las cesáreas y que la epidural sea agua con sal y que...

¿Tanto me odias?_ me dijo

Te odio tanto que me fundiría con el sol porque ya no puedo soportarlo_ dije.

Ella se quedó pensativa durante unos instantes, el silencio sonaba en mi pecho como una martillo neumático. Suspiró una o dos veces.

Joder, Álvarez, ¿tanto me quieres? _ preguntó.

Hubiera buscado trabajo por ti._ dije (Aunque no me hubiera presentado el primer día, pensé)