domingo, 30 de mayo de 2010

El pez monsturo bajo el agua


Vivo del agua. Soy un pez, el temido pez monstruo, antes conocido como el pez venenoso del diablo. Los nombres lo son todo, ese nombre en particular me trae problemas, soy un pez feo, rocoso, lleno de aristas y punzones, con la boca hacia abajo como con una mueca de enfado, los ojos pequeños y separados, soy, probablemente, uno de los animales más feos de la tierra pero yo me muero porque alguien me tolere a su lado. Y digo bien: me tolere. Ya no digo que me tenga en su pecera o sea su mascota preferida, a eso hace tiempo ya que renuncié. Sólo pido que cuando me vean no se asusten primero y quieran matarme inmediatamente después.


Bajo el agua estoy bien. El agua es una especie de democracia salvaje. Hay espacio para todos, aquí se vive tridimensionalmente, no estamos aferrados al suelo como los que vivís en tierra. Flotar está bien, yo floto poco, soy más de fondo marino pero reconozco que la casi ingravidez es una gozada. En el fondo del océano soy invisible, temido, respetado, como bichitos diminutos, otros de mi especie también comen otros peces. Yo diría que soy algo así como un poco vegetariano en ese aspecto, no me gusta matar, a veces pienso que eso de no matar puede acabar dándome la oportunidad de que alguien me quiera a su lado.


De vez en cuando me gusta ir hacia las aguas poco profundas. No está en la naturaleza de mi especie acercarnos tanto a la costa. Soy un pez monstruo algo raro en ese aspecto, me gusta llegar hasta los confines y mirar hacia arriba y distinguir el cielo, las nubes, las barcas, los bañistas. Vamos, que voy a la playa pero en el sentido inverso que vosotros. Hay tanta belleza en la luz del sol cuando se filtra a través del agua...


Esta mañana, antes de salir el sol, me fui a una playa orientada al este, vi salir el sol. Tú también estabas allí y yo miraba alternativamente al sol y a ti sentada en la orilla de la playa. Salí a la superficie unos segundos, es tan distinto el silencio del fondo del mar al silencio del aire... se me secó la piel con el aire y yo, que soy de sangre fría tuve que volver de nuevo al agua. Creo que me gustaría estar al lado de alguien que mira el sol por la mañana. Si no fuera un pez monstruo me hubiera acercado y me hubiera sentado a tu lado, a ver la salida del sol junto a ti.


Ahora, aquí, en la penumbra del fondo marino, repiqueteo en una máquina de escribir que encontré en un barco hundido. No hay tinta, no hay papel, sólo empujo las teclas. Tampoco sé escribir. Las palabras se las llevan las corrientes marinas. Palabras que no son nada, que probablemente no tengan sentido en tu idioma. Pero cuando me pongo a acariciar la máquina de escribir evoco la salida del sol y lo mucho que me gustaría estar a tu lado.
Supongo que es lo mismo que escribir y supongo también que me ayuda a recordarte.

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