sábado, 22 de mayo de 2010

Sábado por la tarde



Esta mañana me ha llamado. Ha insistido, ha llamado tres veces. Así que le he devuelto la llamada. Hemos hablado de una amiga en común, ha ido a la peluquería me ha contado, le pregunto qué hará este fin de semana. Me dice que irá a su casa del pueblo con su familia. Ambos sabemos que es mentira, nadie va a la peluquería para ir con su familia al campo. Me llama porque es la llamada del fin de semana y cuanto antes la haga, mejor excusa tendrá para no llamarme el resto del fin de semana. Le pregunto qué hará esta tarde. Me dice que la asignatura de empresariales que hace a distancia. Y en ese instante algo me dice que he llegado al límite de lo humanamente cortés. Si sigo ahí me voy a acabar haciendo daño y total, acabaremos mal de todas formas.

El lunes voy a una comida en casa de MS, vendrá gente variopinta, amigos y gente desconocida para mí, y algunos conocidos que no me caen demasiado bien porque su ego de escritores, su ego de supercoach y todas esas cosas a mi me repatean. No soporto tener que imponerme en una conversación ni tener que demostrar nada a alguien que de antemano ya ha decidido que es mejor que yo. A veces me dan náuseas y me dan igual náuseas las personas que te miden por el ese tipo de éxito. Bueno, el caso es que a las seis ella saldrá del trabajo e irá hacia allí. Es justo que todo termine en el mismo lugar en el que nos conocimos. Le llevaré las cosas que se dejó en mi casa. No le diré "toma, así no tienes que comprar un segundo juego, ya tienes el kit intacto para dejar en la otra casa". No, no se lo diré. Supongo que le diré que es mejor que no nos llamemos más y ya está.

Estoy harto de hacer siempre el papel de estar ahí por si acaso, para hacer todo ese tipo de cosas que se supone que debe hacer el otro. No, yo no voy a ser el que es capaz de aguantarlo casi todo, no voy a tragarme mi orgullo porque mi orgullo es mucho y además engorda.

Ya no me pregunto el porqué me pasa esto. Ya sólo me pregunto cuánto tiempo tardaré en olvidar.

PS: Lo jodido es que trabaja en un edificio que se ve desde la autopista y que paso a menudo por ahí. Supongo que no podré evitar pensar en ella como no puedo dejar de pensar en Esther cuando paso por Sabadell o cuando sale Mallorca en la televisión. Supongo que al final todo se supera. Sospecho que esto lo pasaré más pronto de lo que creo, no porque no la quisiera, no porque crea que ella no me quiso, sino porque se me va apagando la sangre un poquito en cada despedida. A veces tengo la sensación de que mi vida es una larga despedida, que siempre me estoy despidiendo, que en cuanto conozco a alguien, en realidad, ya hemos empezado, de algún modo, a separarnos.

2 comentarios:

  1. al paso del tiempo uno se da cuenta que es el tipo más experto en despedidas.
    saludos.

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  2. Prado, al final ¿qué importa? quiero decir ¿qué importancia tiene el que siempre nos estemos despidiendo? Tal vez sólo estemos soltando lastre que nos impide volar.

    Tengo la sensación, después de leer en tu blog, que tu forma de escribir atrae a cierto tipo de personas que creen que esa belleza de las palabras impregnará el día a día de la relación contigo y al descubrir que, al fin y al cabo, eres una persona diferente a como imaginaban, se decepcionan sin ni tan siquiera intentar conocer al Prado real.

    Es como ir al museo del Prado y pensar que por su mangnificencia exterior encontrará cuadros enormes en su interior y al entrar y encontrar cuadros de todo tipo, le decepcione.

    Probablemente me equivoque y tu realidad sea distinta. No sé, es sólo una teoría.

    Saludos

    PS: Perdona por el símil con el museo del Prado, espero que no te haya molestado. Realmente me gusta cómo escribes.

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