lunes, 3 de mayo de 2010

Diez cosas para sacarte de mi cabeza

Me dice que me quiere, que no sabe perderme; le digo que no quiero perderla pero ella contesta que ya nos hemos perdido.

Cuando cuente hasta diez habrá un después donde ni siquiera hubo un antes. Me voy por que no puedo darle lo que ella quiere, se va porque no sabe qué pedirme para que yo se lo dé. Uno.

Si pudiera borraría los últimos dos meses, los metería en formol para que se decoloraran, dos meses arrugados y amarillos, inútiles, sin vida. Dos meses. Dos.

El margen izquierdo del río con el que soñaba cuando era niño, he soñado con ella y ha sido allí, frente a las ruinas de una casa de campo. Alguien me susurraba al oído el nombre de los puntos cardinales. Faltaba uno. El viento mecía las espigas y sonaba como el mar. Y pensé en Adán y Eva y en la manzana. Tres.

Contar hasta diez es demasiado par mí. De pequeño saltaba del siete al once, decía "seis, siete, once, doce..." mi hermana se reía, mi padre empezó a sospechar que yo no era demasiado listo. A mi madre no le importaba. Cuatro.

Silencio. Me gusta el silencio. El número al que asocio el silencio sin que a día de hoy haya encontrado una explicación es el cinco.

Cuando estuve en la Escuela de Escritura mi profe me llamó y me preguntó qué me pasaba, que había empezado muy bien y me había torcido. Yo le dije "mi novia intentó suicidarse hace seis semanas". Él se me quedó mirando en silencio (yo pensé en el número cinco) y entendí que estaba pensando que yo era algo así como una especie de idiota. Tenía razón. Seis.

Todo el mundo cree que tiene una historia que contar, una historia que es distinta a la de los demás, pero no es cierto. Todo está escrito. Desde los griegos todo está escrito. Sólo nos queda repetirnos y repetirnos. La tragedia es inherente al ser humano. Siete.

Te veré esta noche en mis sueños de nuevo. Haremos el amor en las nubes, en la arena del desierto, en el interior de una pompa de jabón gigante que estallará cuando despiertes. Ocho.

No soy quien tú crees que soy, pero no debe importarte, al fin y al cabo estás delante de una ventana extraordinaria, capaz de absorberte horas y horas. Sé que no soy más que un pasatiempo. Pero tenemos muy poco tiempo para hacerlo pasar así, mirando por esta ventana. Sal a la calle a que te dé el aire, anda. Nueve.

Once. No hay diez. Casi nunca cumplo lo que prometo. Pero si sabes leerme entre líneas me acabarás conociendo. Conocerme no te aportará nada, no serás ni mejor ni peor, ni más listo ni más nada.

Doce. Por si creías que el once sustituía al diez.

Ya empiezo a olvidarte.

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