martes, 9 de agosto de 2011

Tarde de agosto, lujuria con encanto.

Esta mañana me ha llamado Walkiria cañón. Raro porque yo no le había dado el número de teléfono. "Lo tienes en el currículum, querido lince" me ha dicho tratando de imitar un tono cariñoso. "¿Te has llevado mi currículum a casa para leerlo en vacaciones?" le he preguntado. "No, lo tengo escaneado y puedo conectarme al trabajo desde casa. Lo llaman internet" me responde. "¡Cómo avanza el mundo! ¿Qué será lo próximo? ¿Operar el corazón aprovechando el agujero del culo?" le digo en coña.

"Me gustaría que nos viéramos hoy. ¿Sigues viviendo en "Chabola asquerosa" nº 12, 3º 1ª? me dice. "Por supuesto" le digo. "Te paso a buscar en dos horas. ¿No habrá peligro si entro en ese barrio con mi Mercedes, verdad?" me pregunta. ¿Qué coño se habrá pensado la muy zorra? ¿Que vivo en el Bronx? "Tranquila, aquí todos los camellos van en Mercedes, como mucho puede que te pare la poli y te lo desmonte" le digo. "Estás de coña ¿no?" pregunta. "Sí, claro" le miento.

Me he duchado (llevaba tres días sin hacerlo) y me he puesto la ropa que tengo planchada. Me miro en el espejo. Estoy requetefollable. No me extraña que la Walkiria quiera frotarse un poco conmigo. Bajo a la calle y la espero quince minutos. Llega tarde. No se disculpa.

Nos decimos cuatro tonterías, que el barrio es como de peli del Torete y que si hace mucho calor, creo. Lleva un vestido blanco estilo ibicenco. Con él parece mucho más delgada que con los trajes de chaqueta ajustados que lleva al trabajo. Las tetas, eso sí, las sigue teniendo grandes y bien puestas. Sólo de pensar en ellas me estallan un par de venas en la polla de lo rápida que se me ha puesto dura.

Salimos de Barcelona en dirección al Maresme por la autopista. No vamos muy lejos, salimos de ella a los pocos kilómetros, luego nos adentramos por una carretera más o menos ancha y al llegar al primer pueblo nos desviamos por un camino estrecho por el que apenas pasarían dos coches si se encontraran de frente. Llegamos a una masia con un césped cuidado y húmedo a pesar de ser la una de la tarde. Es uno de esos hotelitos con encanto, de esos que te llega la propaganda por internet de noche romántica con un 68% de descuento. No sé qué le ha empujado a querer follárseme, si la irresistible oferta o las ganas de que se la meta antes de que me despida y me pierda de vista. Sospecho que lo primero.

Sale del coche. Tiene un culo como para dedicarle una bosanova que desbancara a la de la garota de ipanema. Me pregunto si se lo ha operado también. Qué ganas tengo de estar metiéndosela desde detrás a lo doggystyle. Venga, ala, dos arterias más a tomar por culo! Si sigo así cuando se desnude mi polla va a sonar como un castillo de fuegos artificiales.

"Vamos a comer" me dice. "La verdad es que no tengo mucha hambre" le digo tratando de no parecer demasiado impaciente. "No te preocupes, te invito yo" me dice, la tía sabe cómo humillarme, ya veremos quién acaba humillando a quién.

Comemos frugalmente, hablamos de tonterías, de algún jefazo de la empresa, de la productividad de los empleados, de lo mucho que hago ganar a la empresa con mi buen hacer y poco cobrar. La muy zorra se ríe como si buscara complicidad en mí. Le miro sin vergüenza en canalillo y ella se ruboriza. No le gusta, probablemente porque es algo que no puede controlar y que alguien que no vale una mierda como yo ejerza un poder sobre ella la cabrea. Me da igual. Me río yo esta vez. No sabe con qué amenazarme y, por tanto, se cabrea de verdad.

Paga y subimos. Me siento como un gigoló de medio pelo. La empotro contra la pared nada más cierro la puerta, dulce y apasionadamente, nos enzarzamos en una batalla de labios, lenguas, manos y dedos. Una batalla en la que las derrotadas son nuestras ropas. La llevo a la cama, le suelto el pelo, le desabrocho el sujetador con una sola mano mientras con la otra le arranco un escalofrío por la espalda. Separa su cara de la mía y empieza a pensar que ha merecido la pena. Me mete la mano por encima del pantalón hasta agarrarme como quien agarra un palo de golf para sacarlo de la bolsa del caddie. Pone cara de sorpresa "Sabía que la tenías grande, pero no me imaginaba esto". "Sí", le digo "cuando te la metas en la boca te alegrarás haber hecho clases de inmiersión a pulmón libre". No sabe si reirse o mandarme a la mierda. Opta por lo primero pero sin ganas.

Jugamos un rato. Su piel está hecha para ser untada con aceite, paseo la yema de mis dedos por toda ella hasta que pierde la noción de quién es y qué está haciendo allí. Me gustaría que me la lamiera pero está tan mojada que pienso que quizá luego, en el segundo o el tercero. Ahora es momento de partirla en dos, de darle lo que desea, de llenar ese hueco que la atormenta, ese hueco que es el deseo, esa desesperación que es que otro tenga eso que tanto necesitas.

Se la meto con suavidad hasta la mitad. Entra fácil y bien, como si estuviera esperándola un guía. Se abre camino despegando las paredes a uno y otro lado. Cuando estoy a la mitad me detengo. Me suplica con la mirada que no lo haga. Y entonces, de un empujón sin violencia se la meto toda de golpe como quien corta un pastel de bodas, y le arranco un grito sordo, se pone la mano en la boca, demasiado tarde, ya se ha oído por todo el hotel. Se la meto una y otra vez, agarrándola por el tobillo izquierdo, haciéndole un gesto que multipicla por dos lo que siente. De vez en cuando me detengo y repito lo de la embestida por sorpresa y siempre grita. Siempre, todas, gritan.

El roce de mi cuerpo con su clítoris hace el resto. En quince minutos llega al orgasmo. Me dice que me espera pero ni acabar la frase puede. Grita y se ahoga al mismo tiempo. Le digo cosas al oído, cosas que hace que se sienta aún más al límite. Cosas que no puedo decir aquí, cosas que no están en ningún manual de buenas maneras.

Lo repetimos, esta vez se la meto desde detrás y nos corremos los dos casi al mismo tiempo, media hora después del primero, meida hora después de pararnos, de empezar una conversación casi confidente. Me pregunta que por qué no me he corrido yo también, le digo que desde que me operaron he perdido sensibilidad "es un drama" le digo "a veces podría estar horas sin correrme. Al principio hace gracia pero luego me desespera. Pero hoy te ha tocado la lotería, hoy vas a salir con el coñito en carne viva".

Lo hacemos dos veces más, entre polvo y polvo hablamos de nosotros, de cosas que pensamos, de lugares a los que hemos ido, de anécdotas, de libros, de películas, de comidas preferidas, de sueños no cumplidos, de sus ex-parejas, de su ex-marido, de los hombres que follan sin poseer, de las mujeres que follan sin sentir, de lo difícil que es estar solo, de lo difícil que es aguantar a nadie... se dulcifica todo, los sonidos se amortiguan, al cuarto polvo casi que le sobran caricias, a la mitad se nos enciende el deseo de golpe y follamos como si nos fuera la vida en ello. Cuando acabamos me doy cuenta de que no se la ha metido en la boca. No digo nada, quizá en la primera cita sea pedir demasiado. Me ha pasado pocas veces pero ahí lo dejo.

He dejado de tener el rencor que le tenía. Ella ha dejado a un lado su altivez y su petulancia. Se ríe con mis anécdotas y me dice que era verdad eso que se decía de mí en la oficina, que era divertido.

Sus ojos verdes se clavan en mis ojos verdes, me pasa la mano por el pelo antes de levantarse a ducharse. Tiene un culo perfecto, unas tetas redondas y operadas, el joven cuerpo de una mujer madura, pero me quedo con el tacto de su espalda, con el hueco que se forma encima de su columna. "Has hecho natación de pequeña" le digo apoyado en el quicio de la puerta del cuarto de baño". Me mira y sonríe. Relajada tiene una sonrisa bonita. Me extiende la mano y me invita a entrar dentro de la ducha. Me da un beso dulce en la boca. Mi polla se convierte en una verbena de verano. La abrazo muy fuerte.



3 comentarios:

  1. Ya estoy aquí. A ver, tu que pretendes? Competir conmigo a polvos echados en espacios de tiempo reducidos? Ja, que sepas que te gano!

    Me ha gustado eso de hombres que follan sin poseer y mujeres que follan sin sentir. Genial, teniendo en cuenta que eres un monito precioso.

    Besos SUPERDOTADO!!

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  2. Que noooo! Que soy el tigre blanco!!!

    Yo no puedo competir a follar como tú... de veras...

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  3. Supongo, ÁLVAREZ querido que de lo que tú realmente sufres es de hiperestesia, ¿no es así?

    Le haces temblar y tus (escasos, intuyo) cabellos locos se desparraman como garfios de sombra en la carne jugosa y joven de ella.

    Es fácil imaginar que tus manos son hogueras de cinco llamas, que lamen el frío mármol de su cuerpo hasta ponerlo al rosa.

    La tienes extendida a tus pies como una blanca alfombra, ella tiembla y tú con sus temblores, escritos de angustia nos vas regalando. ¡Gracias!

    Su labio es un sendero de sangre hacia el espasmo; es un surtidor de fiebre entre la sombra.

    Tu boca como un sello en su boca se graba y en las morbideces de sus tetas (dudo que estén operadas) caldeas tu pupila, y en ambos ojos verdes, de vértigos se te clavan.

    Te incas en ella, como una garra de escalofrío, y a la vez extingues y extinguirás tus nervios como un humo rosado, produciendo ondas de besos al vacío.

    Tuya,

    Monica B.
    P. D.: No quieras jugar a hacerte el despistado, Álvarez, que sabes perfectamente que soy la misma Monica Bellucci, o, como mínimo, ella es el clon mío. ¡Vaya memoria selectiva tenéis algunos men! ;)
    P. D. II: Un placer volverte a ver por estos lares, lince querido.
    :)

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